Una sola comparecencia, sin preguntas ni respuestas, ha derribado la Comisión sobre los atentados del 11 de marzo en Madrid. La señora Pilar Manjón, vestida de negro, representaba a las víctimas de la tragedia y se dirigía a los miembros de la Comisión. Un hijo suyo de 20 años perdió la vida en el Pozo de Tío Raimundo. Cuando el 14 de marzo acudió a votar todavía no le habían entregado el cadáver.
La señora Manjón habló en un tono desgarrado, dolorido y contundente. Culpó a los políticos, a los periodistas y a los jueces de haber instrumentalizado una tragedia a favor de sus respectivos intereses. El silencio se cortaba en una sala en la que se ha “hablado de circunstancias, de manejos y manipulaciones, de desinformaciones, de confidentes y de desconfianzas. Han hablado de circunloquios o periferias. Han hablado, señorías de ustedes. Esencialmente de ustedes. Ha sido la comisión de ustedes y para ustedes”.
Las palabras de la señora Manjón las han entendido incluso los diputados de todos los bandos que no podían ocultar su vergüenza al haber utilizado el dolor de cientos y de miles de personas para sus particulares banderías políticas. Se les recriminó de haberse apropiado de la tragedia para “hacer política de patio de colegio.”
Varias de las comparecencias en la Comisión han sido deplorables y la señora Manjón lo puso de relieve al echarles en cara que “sus actitudes de aclamación, jaleos y vítores, durante el desarrollo de algunas de las comparecencias de esta Comisión, como si de un partido de fútbol se tratara”.
La Comisión ha quedado moralmente desautorizada. Ha bastado la denuncia de que el dolor y los sentimientos de las víctimas se han utilizado para seguir la bronca política que se reavivó a partir del 14 de marzo para que no sean necesarias más comparecencias. Estoy de acuerdo en que será preciso crear una investigación independiente de los partidos políticos para que se pueda establecer la verdad de cuanto ocurrió.
¿Cómo se puede encontrar transparencia si lo que se ha intentado es la manipulación política de una tragedia? Nos han convertido en moneda de cambio del juego político, decía la señora Manjón con una voz rota por la emoción y el dolor.
También en política cabe la ética y la moral. Con mayor motivo cuando los que la tienen que ejercitar están dotados de la legitimidad que les viene de la confianza depositada por los ciudadanos. Triste espectáculo el que se ha desarrollado en el Congreso de los Diputados en los últimos cinco meses. Los miembros de la Comisión olvidaron que estaban encargados de buscar la verdad sobre unos hechos tan luctuosos y se dedicaron a ir a lo suyo, a hacer política, a descalificarse, a buscar responsabilidades en otro sitio… Lamentable.
No menos sarcástica fue la referencia a los medios de comunicación a los que la señora Manjón ha cuestionado su sensibilidad. Mientras por un lado, decía, “acuden los periódicos y las agencias, los informativos de toda condición, a nosotros para que les contemos nuestro calvario, mientras son ustedes los encargados de hacerles recordar al mundo que no puede haber más “onces M” en ningún lugar del mundo, se olvidan de nosotros cuando el mercado les llama. Vendida ha quedado su conciencia de periodistas a la ley de las audiencias”.
Especialmente desgarradora fue la referencia al juicio del “Gitanillo”, con una sentencia pactada entre los abogados y con una pena irrelevante para un menor que puede cometer más delitos que afecten a la vida de tantas personas inocentes. ¿Quién filtró o vendió las imágenes de los atentados sometidas a secreto sumarial en la Audiencia Nacional?
Una cosa son las declaraciones públicas de ayuda a las víctimas del terrorismo y otra muy distinta es cómo se administran las promesas. Las quejas de la señora Manjón parecen justificadas. No se les ha atendido como se les prometió.
Ha sido un día triste por varios motivos. Porque los miembros de la Comisión no han estado a la altura. Porque han ido a lo suyo. Porque los medios no nos hemos comportado con dignidad. Porque la sociedad española en su conjunto comparte los criterios vertidos por la portavoz de las víctimas del 11 de marzo. Porque se ha visto cuán lejos están de los votantes los que les representan en el Parlamento.