Los problemas que no hemos enterrado en el año que termina seguirán vivos en los próximos tiempos. Me refiero al terrorismo internacional que no tiene residencia fija, que ataca indiscriminadamente a civiles allí donde le es más fácil, que opera en una invisible red mundial cuyas terminales pueden estar en cualquier lugar del planeta. Hay terroristas en activo y los hay durmientes. Aparentemente atacan siguiendo instrucciones de personajes cuya identidad es prácticamente virtual. Los vemos en la televisión anunciando nuevas y terribles catástrofes.
El terrrorismo internacional está relacionado con la capacidad de movimiento de millones de personas que se trasladan de un lugar a otro, que conviven entre nosotros, que usan nuestras tarjetas de crédito y que viajan en los aviones de líneas regulares.
Disponen de dinero y muchos de ellos están integrados en las comunidades académicas, comerciales y laborales de las sociedades más desarrolladas de Occidente.
En tiempos pasados los enemigos podían ser estados determinados, ejércitos concretos y regímenes políticos que nos habían declarado directa o indirectamente la guerra.
Se ha producido una cierta desproporción en la forma de combatir a quienes pretenden desestabilizar los sistemas democráticos. Cuando en tiempos pasados se detectaba un adversario, se preparaban ejércitos para enfrentarse a enemigos que tenían estado, caras conocidas y representaban a regímenes cuyas intenciones eran bien conocidas.
Hemos comprobado a lo largo de este año que los ejércitos, por muy poderosos y sofisticados que sean, no consiguen derrotar al terrorismo. En Iraq, sin ir más lejos, no solamente no había terrorismo hace dos años sino que ahora parece mucho más determinado y eficaz para resistir la presencia de tropas extranjeras.
En nuestro país en concreto el presidente de gobierno ha decretado una alerta general desplegando a miles de soldados, policías y fuerzas autonómicas para detectar y neutralizar a posibles terroristas que supuestamente están preparando una nueva matanza de civiles inocentes.
Sería lógico que si Estados Unidos, Rusia, Europa en su conjunto y también España están poniendo toda su capacidad defensiva en detectar y prevenir las acciones terroristas, los radicales de cualqueier signo estuvieran escondidos. Y no parece que sea así.
La “red de redes” que se supone que es Al Qaeda alberga a más de cuarenta grupos terroristas islámicos repartidos por todo el mundo. Les ofrece una cobertura ideológica y operativa.
No quiero ser pesimista. Pienso que tarde o temprano la capacidad para defenderse de estas fuerzas destructivas dará sus resultados. Es cierto que han segado la vida de cientos de personas. Pero también hay que admitir que la vigilancia en las sociedades occidentales ha introducido el factor sicológico para detectar posibles ataques.
Hay que confiar en que el año 2005 sea el punto de inflexión de este movimiento que ha causado tantas tragedias en los últimos meses. No dispone de ejércitos ni de países concretos que les cobijen. Utiliza la tecnología y la red de redes para darse a conocer y para reivindicar cualquier acción terrorista en el mundo.
Sería hora de utilizar la inteligencia, los servicios diplomáticos y la generosidad para mejorar los estilos de vida de tantas gentes que son reclutadas y dejar de lado la fuerza como único instrumento para combatir el terrorismo.
Hay que hacer un esfuerzo universal para hacerles entender que podemos ser distintos pero no enemigos. Las dos culturas pueden convivir como ha ocurrido durante siglos.