Los terroristas no pueden hacer descarrilar el proceso electoral en Iraq. Ésta es la tesis del gobierno interino de Bagdad y la de Estados Unidos, que no tienen intención de aplazar las elecciones para poder abandonar militarmente el país a medio plazo. Mientras tanto, los terroristas y la resistencia siguen asesinando a diario en cuanto tienen oportunidad de atacar a las tropas norteamericanas, a policías iraquíes, a civiles y a cuantos extranjeros se pongan por delante.
Las elecciones pueden celebrarse el día 30, pero el resultado estará condicionado por el miedo, la muerte y las amenazas constantes a la libertad de los iraquíes. Las consecuencias prácticas de la política contra el terrorismo internacional es que hay más inestabilidad, más inseguridad, más violencia en el país hoy que hace casi dos años, cuando se desató la guerra de Iraq.
Hay un desorden fenomenal en el país, no se puede poner en marcha la reconstrucción nacional y en el supuesto de que se elija un nuevo gobierno en las urnas, no está claro que sea de carácter democrático si, como es de prever por razones demográficas, la mayoría chií sale ganadora y se oriente más hacia el modelo iraní que hacia las democracias de corte occidental.
En pocos días se derribó la dictadura de Saddam en la primavera del 2003. Pero la posguerra ha sido catastrófica para todos. Para los iraquíes en primer lugar, que han experimentado cómo decenas de miles de compatriotas han perdido la vida de forma absurda y gratuita. Pero también para los que plantearon la guerra pensando que acabarían con el terrorismo internacional. Cientos o quizás miles de terroristas de procedencia islámica han acudido a Iraq dispuestos a inmolarse por la causa para combatir a los infieles.
Se ha recurrido al uso exclusivo de la fuerza abandonando el derecho y la racionalidad. Las consecuencias están siendo muy negativas y muy peligrosas. Se ha dado oportunidad a una minoría de radicales islámicos a que añadan nuevos pretextos para seguir en su nihilista cruzada contra los valores occidentales.
Los inspiradores intelectuales e ideológicos de esta cruzada campan por sus respetos en alguna parte entre la frontera de Afganistán y Pakistán. No se tiene noticia de ellos a no ser por las metódicas apariciones de Bin Laden en la televisión global dando cuenta de sus planes para destruir a Estados Unidos y a Israel. Su objetivo también está en Europa, que vive bajo una fantasiosa tranquilidad.