Me alegra que socialistas y populares hayan decidido, con todos los matices imaginables, apoyar el sí en el referéndum sobre la Constitución europea. También me satisface que CiU haya recapacitado y se disponga a apoyar el Tratado que dará forma político-jurídica a la Unión Europea a la que pertenecen ya veinticinco estados europeos. También me parece normal que haya partidos políticos, Esquerra Republicana de Catalunya entre ellos, que hagan campaña a favor del no.
Lo único que me preocupa es que la participación en las urnas el próximo 20 de febrero no sea lo suficientemente alta. No tanto porque la legitimidad dependa de la participación sino porque puede ser indicio de una despreocupación generalizada sobre un tema que nos afecta muy directamente a todos.
Soy partidario del sí por muchas que sean las imperfecciones del texto que se someterá a referéndum. La razón principal es que más Europa significa más garantías de paz en un continente que ha vivido desgarrado por endémicas y devastadoras guerras.
A lo largo del año 2004, como señala William Pfaff en un artículo reciente, el poder blando de Europa ha sido mucho más efectivo que el poder duro de Estados Unidos que se encuentra enfrascado en Iraq después de haber anunciado el final de las hostilidades en una guerra que se desató al margen del derecho y basada en una mentira. Europa ha conseguido incorporar a países como Eslovenia que hasta hace bien poco estaban al borde del enfrentamiento balcánico. Ha dado un paso decisivo en restablecer las relaciones entre el Islam y Europa al abrir negociaciones con Turquía. Ha intervenido en la crisis de Ucrania y ha negociado con Irán para desactivar el programa nuclear del régimen coránico de Teherán.
La Unión Europea es una garantía de paz y seguridad entre los europeos. Todos los estados han cedido cotas importantes de soberanía en el terreno político, legislativo y financiero. Se ha creado un espacio de ciudadanía que permite la convivencia entre finlandeses, malteses, españoles y británicos. Han caído muchas fronteras reales y también mentales. Se ha introducido el concepto de solidaridad y de respeto a las minorías.
Cuatro de cada diez kilómetros de autovías construidos en nuestro país se han financiado con fondos europeos. España recibe un billón de las antiguas pesetas cada año procedentes de los fondos de cohesión. Más del ochenta por ciento de la financiación de la depuradora gigantesca construida en el Forum de las Culturas de Barcelona ha venido de Bruselas.
No hay precedentes en la historia de España de 19 años de tanta prosperidad, estabilidad y convivencia como los que hemos conocido desde que en 1986 ingresamos en la entonces Comunidad Económica Europea. La ratificación del Tratado significa más eficacia en cuestiones relacionadas con la justicia, la seguridad y las cuestiones legislativas que afectan a las empresas. Significa también más democracia, asegurar los derechos fundamentales de los ciudadanos. La Unión Europea es también más solidaridad.
Europa es la vacuna contra posibles abusos y crisis políticas que se produzcan en los estados miembros. Con todas las dificultades y problemas la Unión Europea es el éxito de cohesión más importante de la historia europea.
Por supuesto que hay carencias y disfunciones de todo orden. La Unión Euroepa no es la perfección. Hay muchos problemas en el seno de cada estado miembro que no se resolverán con la simple pertenencia a la Unión. No sabemos qué puede pasar si países como Francia o Gran Bretaña se pronunciaran a favor del no. Ni cómo se repartirán los fondos de cohesión en el futuro, si es que tienen que durar siempre. Lo que se ha conseguido es irreversible. Esta Europa, sí que es posible.