Los Reyes han visitado Estados Unidos y Marruecos desde el cambio de gobierno en España. En su encuentro con George Bush en su rancho de Texas amortiguaron las tensas relaciones entre Washington y Madrid provocadas por la súbita retirada de las tropas españolas de Iraq. La visita de estado a Marruecos reconduce las extrañas relaciones entre Rabat y Madrid que se habían enrarecido en el segundo mandato del presidente Aznar.
Es muy positivo que el jefe del Estado recupere la función representativa de los intereses de los españoles. Tanto monárquicos como republicanos pueden coincidir en el papel que Juan Carlos I desempeña como representante de la monarquía parlamentaria prevista en la Constitución.
Tenemos muchas razones para mantener relaciones amistosas con Marruecos. Lo importante de esta visita no es el recibimiento popular ofrecido por el régimen de Rabat al monarca español. La concentración de ciudadanos a millares en las calles de Marrakech es una opción fácilmente diseñada por el gobierno. Lo más relevante es que el Rey Mohammed VI quiere reconstruir las relaciones con España después de la tirantez y la retirada de embajadores de la era Aznar.
Hay problemas muy serios que tienen que resolver los dos gobiernos. El primero es el flujo que no cesa de inmigrantes que ganan tierra peninsular arriesgando sus vidas que muchas veces pierden y aparecen cadáveres en las orillas del estrecho. El segundo son las complicidades de grupos terroristas de procedencia islámica que operan desde Marruecos y desde España. Hay más problemas como la pesca y otros contenciosos habituales entre dos países vecinos.
España es la más importante frontera de Europa con el norte de África. Cada año atraviesan la península en las dos direcciones más de un millón de marroquíes y argelinos que van y vuelven de vacaciones procedentes de muchos puntos de Europa. El hecho de que un porcentaje muy elevado de inmigrantes de procedencia musulmana sean de nacionalidad marroquí es un motivo más de acercamiento de políticas entre los dos países.
Lejos quedan aquellos tiempos en que el islote de Perejil era objeto de una provocada invasión por un puñado de soldados marroquíes para ser arrojados del peñón unos días después como si España hubiera ganado la batalla de Trafalgar. La invasión de Perejil, que se resolvió con un golpe de teléfono del secretario de Estado Colin Powell y con la patriótica intervención de los soldados del ministro Trillo con aquella peregrina declaración de “al alba y con viento de Levante”, era el síntoma de las desavenencias a las que el gobierno Aznar nos condujo.
Es sorprendente que todo un rey de Marruecos se haya permitido denostar al anterior gobierno Aznar en una entrevista publicada este fin de semana en El País. No estuvo bien aconsejado al hacer estas declaraciones. Pero el deterioro de las relaciones entre Madrid y Rabat fue una de las carencias en política exterior del gobierno del Partido Popular.