Una potente bomba de ETA ha congelado el discurso político alrededor del plan Ibarretxe, de la posibilidad de una tregua, de los acercamientos entre los partidos, de negociaciones, acuerdos y reformas en la organización territorial de España. El coche bomba llevaba cuarenta kilos de dinamita. Su explosión se escuchó en un radio de diez kilómetros y afortunadamente no causó víctimas mortales. ETA sigue viva y ha dejado una macabra tarjeta de visita para advertir que no se estamos en tiempos de paz.
El coche bomba que explotó en Getxo buscaba causar víctimas. No era una bomba casera en una gasolinera madrileña ni los petardos que explotaron en las costas cantábricas en el verano. ETA quería matar para dejar claro que existe, que es fuerte, y que no hay que dar crédito a quienes proclaman que estamos en el camino de la paz.
Lo afirmaba claramente Arnaldo Otegi horas antes de que explotara el coche bomba. De momento, decía, este proceso de paz no existe y este país vive en el conflicto. A primeras horas de la tarde se producía el atentado. ETA sigue marcando las reglas de juego en Euskadi y en España. La ex Batasuna dividió sus votos para que el plan Ibarretxe saliera adelante en el parlamento vasco con una carta escrita por el terrorista Josu Ternera.
Otegui siguió moviendo los hilos políticos llegando a plantear una negociación directa con el gobierno de Madrid desmarcándose sutilmente del gobierno vasco y del plan Ibarretxe. Sería una ingenuidad pensar que la organización terrorista está dividida. Hay varias posiciones tácticas pero la estrategia es la misma. No es otra que negociar el fin de la violencia de igual a igual con el gobierno español. Es arriesgado a estas alturas caer en la dialéctica de Otegi proponiendo una salida política sin abandonar las armas.
Otegi es el brazo político de ETA. En su vertiente de votar el plan Ibarretxe y en la variante de colocar bombas como la de Getxo. Es difícil aceptar cualquier tipo de negociaciones abiertas si sigue la violencia. El gobierno Zapatero insistirá en esta posición sin abandonar el proceso de discusión del plan Ibarretxe que será derrotado en el Congreso y devuelto al parlamento vasco. Tiene muy difícil el lehendakari el seguir con su plan que ha sido aprobado con los tres precisos votos de los que siguen utilizando la violencia.
El coche de bomba de Getxo no puede detener el proceso de contactos y negociaciones entre los partidos políticos para sacar adelante el proceso de reforma de los estatutos y eventualmente de la Constitución. La explosión de hoy pone en situación muy delicada a Otegi y también a Ibarretxe. Un proyecto de estatuto que lleve sólo el sello nacionalista y el de los que representan a los que ponen bombas no puede tener futuro.
Es preciso volver a empezar. Primero buscando un consenso entre todas las fuerzas democráticas vascas. Segundo seguir las reglas de juego establecidas. Y tercero hablar con las fuerzas políticas españolas para llegar a un posible acuerdo. Sería improcedente dar una victoria política a quienes hablan con las armas para conseguirla. No veo la posibilidad de que Otegi se pueda presentar a las elecciones autonómicas del mes de mayo mientras siga representando a quienes siguen teniendo las pistolas.