El presidente Bush visitará Europa para restañar las heridas producidas por la guerra de Iraq. Acudirá a la sede de la Alianza Atlántica y también a las instituciones europeas. Decía el otro día Javier Solana que es la primera vez que un presidente americano visita las instituciones de la Unión Europea que cuenta ya con veinticinco estados.
Henry Kissinger expresaba su desconcierto porque no sabía a qué teléfono llamar cuando quería hablar con Europa. Esta dificultad ya no la tiene el presidente Bush ni tampoco la doctora Rice, su secretaria de Estado. Europa tiene teléfono, instituciones y personas que las representan. Y no es casual que la primera visita oficial del presidente Bush sea a las instituciones europeas.
La hegemonía económica, política y militar de Estados Unidos es indiscutible. Nada importante se mueve bajo el sol sin su consentimiento o su reprobación. La guerra de Iraq forma parte del proyecto de esta administración de transformar Oriente Medio y convertirlo en amplios espacios democráticos. Pero el caos en el que ha vivido Iraq desde el derrocamiento de Saddam Hussein indica, cuando menos, que la estrategia ha tropezado con más dificultades de las previstas. Hasta el punto de que las elecciones del próximo día 30 de enero sólo serán aceptadas con entusiasmo por una de las tres etnias que componen la población del país.
Bush necesita aliados. En primer lugar porque una maquinaria de guerra desplegada por varias partes del mundo es muy difícil de sostener. Una historiadora americana, recientemente fallecida, Barbara Tuchman, hizo un muy interesante libro sobre la decadencia de aquellos imperios que han librado más guerras de las que podían gestionar. Desde Felipe II en España hasta la guerra de Vietnam, la maquinaria militar no puede alcanzar todos los objetivos políticos previstos.
Bush puede gestionar bien su hegemonía. Tiene un confortable apoyo electoral y dispone de mayoría en las dos cámaras del Congreso. Pero los esfuerzos militares empiezan a poner en cuestión la posibilidad de seguir durante mucho tiempo manteniendo tantas tropas en tantas partes del mundo. El déficit comercial empieza a ser preocupante a pesar de la debilidad del dólar. El problema es que Estados Unidos consume mucho más de lo que produce.
Hasta ahora no había otras divisas de referencia. Ahora el euro, excesivamente robustecido, le ha hace sombra. Una información aparecida hoy en la portada del “Financial Times” indica que muchos bancos centrales están cambiando sus reservas desde el dólar hacia el euro. Si esta tendencia se generalizara las dificultades de la administración americana para financiar su déficit serían cada vez mayores.
Un setenta por ciento de bancos centrales de todo el mundo han empezado a pasarse tímidamente al euro manifestando que la divisa europea es más segura y más sólida que el dólar. La actitud de los bancos centrales de muchas partes del mundo está cambiando lo que comportaría serias implicaciones para el equilibrio financiero global.
Todavía no es motivo de alarma para la salud de la economía americana. Pero es un indicio de que la competitividad tiene un serio rival en la Unión Europea a pesar de las dificultades de armonizar las políticas financieras de la Unión.
En este sentido es importante que la guerra de Iraq acabe muy pronto y puedan evacuarse total o parcialmente los ciento cincuenta mil soldados americanos desplegados en aquel país. Se entiende así las prisas en encontrar una salida que pasa por las elecciones dejando a los iraquíes que gestionen sus propios problemas. Para este viaje no hacían falta alforjas.