El segundo mandato del presidente Bush ha empezado con el discurso del Estado de la Unión en el que cada presidente esboza anualmente los rasgos fundamentales de su política a corto y a medio plazo. El presidente insistió en la idea de combatir las tiranías en el planeta y extender la causa de la libertad como terapia imprescindible para garantizar la seguridad de todos.
El discurso de Bush tuvo dos mensajes muy claros: mantener la política en Iraq y cambiar el concepto de seguridad social en Estados Unidos. Respecto a Iraq el presidente se siente cómodo por dos razones. Primero porque los americanos revalidaron su estrategia en las elecciones presidenciales del mes de noviembre. Segundo porque la alta participación en las urnas el domingo pasado en Iraq es interpretada como un paso en la buena dirección para que la democracia vaya tomando cuerpo en el país ocupado.
El hecho de la alta participación es un indicio de que una mayoría de iraquíes desafiaron el miedo y acudieron a votar. Pero unas elecciones no resuelven ningún problema si no responden a un estado social de convivencia, respeto y aceptación de las reglas de juego.
Una mayoría de iraquíes votaron en clave étnica, los kurdos, y en clave religiosa, los chiítas, mientras que una minoría que ha pretendido dinamitar el proceso con bombas suicidas y con actos terroristas en contra de la población iraquí se ha mantenido al margen. El mismo día de las elecciones se perpetraron más de doscientos actos violentos con el resultado macabro de cuarenta y cinco muertos. Si la violencia de los terroristas o de los resistentes sigue con la misma intensidad los problemas de convivencia seguirán siendo de primer orden.
A juzgar por la identidad de las víctimas nos encontramos más en un proceso de guerra civil entre las distintas facciones iraquíes que en un camino hacia la democracia. Hay que decir que esta violencia nihilista practicada en Iraq, con suicidas inmolándose y con la siembra de la muerte indiscriminada entre los propios iraquíes, no conduce a ninguna parte. Los que la impulsan y la promueven no son de nuestra civilización.
Bush no puso fecha a la retirada de las tropas americanas. No puede poner límite porque transcurrirá mucho tiempo hasta que el país pueda organizarse por su cuenta después de tanta muerte, tanta violencia y tantas posiciones extremas por parte de los violentos. Se ha votado, sí, y muy mayoritariamente. Esto es positivo y hace que la democracia sea posible. Pero no se sabe cuándo ni cómo. Iraq seguirá durante muchos años en la escena política de Washington, tanto en este segundo mandato de Bush como en el de los próximos presidentes.
Otro aspecto importante del discurso de Bush fue la reforma de la seguridad social en lo que se refiere a la cantidad que cada ciudadano percibe del estado en el momento de la jubilación. El presidente dijo que el sistema no puede soportar la seguridad social que ha funcionado desde los tiempos de Roosevelt. Si no se reforma, la bancarrota es inevitable, advirtió el presidente.
La alternativa propuesta es la privatización de la seguridad social a medio plazo. Es un proyecto difícil de digerir por la mayoría de ciudadanos porque no entienden cómo pueden organizarse su propia seguridad social si no cuentan con la asistencia del Estado.
Más recursos para la defensa y la seguridad nacional y menos presupuesto para la seguridad social. Este es el mensaje que cabe deducir de la primera intervención del segundo mandato de Bush. Los dos conceptos forman parte del núcleo central de la política de Estados Unidos. El presidente tiene muchos quebraderos de cabeza por delante.