Condoleezza Rice ha expuesto en París las líneas generales de la nueva administración Bush respecto a Europa. La secretaria de Estado ha invitado a cerrar las heridas trasatlánticas, enterrar las diferencias que llevaron a un enfrentamiento a propósito de la guerra y andar juntos para construir un nuevo Iraq contribuyendo a un periodo de paz en Oriente Medio.
Las ideas de la doctora Rice pueden interpretarse como el prólogo del discurso que el presidente norteamericano pronunciará en las instituciones de la Unión Europea en las próximas semanas. El fracaso en la guerra de Iraq, a pesar de la alta participación en las elecciones del 30 de enero, es muy difícil que lo recomponga Estados Unidos en solitario. Necesita la colaboración internacional tanto en Iraq como en todo Oriente Medio.
La causa de la libertad y la lucha contra las tiranías son conceptos compartidos por todos los países democráticos. El problema es que estas abstracciones idealistas en política internacional chocan con los viejas tendencias europeas que a pesar de la Unión Europea se mueven por los intereses y los posicionamientos de los estados.
Quedan lejanas aquellas estrategias de dividir a Europa en países “nuevos” y “viejos”, entre los que estaban a favor de la política internacional de Bush desde el 11 de septiembre de 2001 y los que no aceptaban la doctrina de la guerra preventiva. También la división planetaria parece quedar obsoleta, la división entre Marte como signo de la fuerza y Venus como signo de paz perpetua, una expresión puesta en circulación por el analista Robert Kagan.
Lo más interesante del discurso de la doctora Rice, elegantemente vestida, delicada en el trato y brillante en su exposición, es que su mensaje no va en la dirección de dividir a Europa. Hay un debate entre el equipo de pensadores que alimenta la política de Bush sobre si es mejor para los intereses norteamericanos una Europa fuerte y cohesionada o una Europa dividida.
A juzgar por el discurso de la doctora Rice, Estados Unidos se pronuncia a favor de una Europa fuerte y no de una Europa débil. Las relaciones trasatlánticas fueron muy beneficiosas para Europa durante la guerra fría pero también fueron muy positivas para Estados Unidos. Había un adversario común, la Unión Soviética, que las sucesivas administraciones americanas se encargaron de ir debilitando.
Hoy, el comunismo como sistema político no existe ni siquiera en Rusia. Pero hay otras amenazas que se ciernen sobre los sistemas democráticos. Uno de ellos es el radicalismo islámico que se enfrenta abiertamente con los valores occidentales. Son, en palabras de Rice, “una revuelta contra el futuro”. El otro no es una amenaza sino una realidad que está cambiando la vida y las relaciones de miles de millones de personas. Se trata de la globalización como un nuevo marco dinámico que acerca en el espacio y en el tiempo a todos los humanos.
Hay reticencias en Europa. Es lógico. Pero estoy de acuerdo en que hay que abrir un nuevo capítulo en las relaciones trasatlánticas. No se puede disfrutar en solitario de la hegemonía económica, militar y política en un mundo que es más inseguro que hace cuatro años. Bienvenido el discurso de la doctora Rice. Ahora hay que ver cómo se articula y cómo se difuminan las diferencias que han existido en los últimos años.