Tres noticias de Oriente Medio ofrecen motivos de reflexión. La primera es que Israel y los palestinos han entrado en un complicado proceso de negociaciones que puede abrigar la esperanza de una cierta convivencia inmediata y una solución definitiva al endémico contencioso.
La otra noticia viene de Beirut con un atentado con coche bomba que ha costado la vida al ex primer ministro libanés y a otros diez ciudadanos más. Es el atentado más lesivo desde que Líbano terminó con su larga guerra civil en 1990. La acción la ha reivindicado un grupo islamista desconocido. Unos treinta muertos en una mezquita iraní no parece que sea consecuencia de un atentado sino de un incendio fortuito.
El caso es que la violencia no cesa en toda la región mientras no se establezcan complicidades para hablar y para desarticular a los extremistas radicales que recurren al terrorismo. Con la excepción de la tregua entre Israel y los palestinos, lo que nos llega de la zona está marcado por la violencia absurda y muchas veces nihilista.
En Iraq se han celebrado elecciones con una victoria clara pero insuficiente de los chiítas liderados por Al Sistani. Los chiítas no cometieron el error de 1924 cuando boicotearon las elecciones propiciadas por los británicos sobre las cenizas del imperio otomano. No participaron en los comicios y han quedado fuera del poder en Bagdad desde entonces.
Los resultados electorales han puesto de relieve que las tres quintas partes de los 27 millones de iraquíes son de la etnia chiíta. Los kurdos lo hicieron también masivamente pero los sunitas sólo participaron testimonialmente. A pesar de que el presidente es un sunita su representación en el nuevo parlamento sólo contará con cinco de los doscientos setenta y cinco diputados de la Cámara.
El primer ministro Allawi, un candidato favorecido por los ejércitos ocupantes, consiguió un 14 por ciento de los votos situándose en un discreto tercer lugar. Empieza ahora un proceso de largas negociaciones para que en el nuevo gobierno estén representadas todas las etnias. La elaboración de la nueva Constitución no podrá hacerse sin los sunitas.
La gran pregunta es si la Constitución estará inspirada en los principios coránicos como es el caso de Irán o bien mantendrá un carácter laico como había sido en los tiempos de Saddam y del baasismo como su partido que le daba apoyo. Sería una broma que después de todo lo que ha ocurrido saliera una Constitución más parecida a la de Teherán que a las de las democracias occidentales.
Pero el problema más serio no está en las negociaciones para formar gobierno ni los trabajos para elaborar una nueva Constitución. El problema es que la insurgencia y el terrorismo siguen actuando bárbaramente en todo el país matando a cuantos se ponen por delante de sus coches suicidas. El hecho cierto es que hasta ahora la inseguridad en Iraq y en toda la región es mayor que hace tres años.
La guerra no ha hecho más estable y más democrático el país a pesar del éxito de las elecciones. Ojalá me equivoque y los iraquíes puedan vivir en paz y convivencia por los siglos de los siglos. Mientras decenas de miles de soldados extranjeros permanezcan en territorio iraquí veo muy difícil el florecimiento de la democracia en Iraq.