Líbano vuelve a conocer la convulsión tras al atentado que costó la vida al ex primer ministro Rafik Hariri. La Suiza de Oriente Medio era un espacio de tranquilidad después de la guerra civil que se prolongó desde 1975 a 1990. Beirut se ha reconstruido y la célebre Corniche acogía a miles de turistas árabes. Los hoteles se habían reconstruido y Líbano era un espejo de tolerancia a pesar de sus divisiones étnicas entre drusos, cristianos, sunitas y chiítas.
Rafik Hariri dimitió en octubre pasado después de pedir la retirada de los quince mil soldados sirios que controlan militarmente el país. Se iba a presentar a las próximas elecciones con un programa que pide la retirada de las tropas sirias. Su muerte abre numerosas incógnitas. La primera y principal es quién puede haber ordenado el asesinato del ex primer ministro.
Las sospechas van dirigidas hacia el gobierno de Damasco. Las decenas de miles de libaneses que hoy se han concentrado en Beirut para honrar la memoria del ex primer ministro asesinado gritaban “Siria fuera, Siria fuera”. El gobierno sirio ha condenado el atentado. Pero las miradas no se apartan de Damasco que nunca ha aceptado la independencia de Líbano por considerar que los dos países formaban parte de la Gran Siria, diseñada al término de la primera guerra mundial por Francia y Gran Bretaña.
Pero el asesinato de Rafik Hariri ha movido más piezas en la volátil situación en la región. Estados Unidos ha retirado a su embajadora en Damasco y ha pedido explicaciones sobre la autoría del atentado. La administración Bush ha culpado a Siria de apoyar a la resistencia iraquí y autorizar el libre paso de terroristas y resistentes por la frontera entre los dos países. Siria no forma parte de los seis países señalados por Condoleezza Rice como tiranías impresentables. Pero el régimen de Damasco es considerado como un elemento desestabilizador en Oriente Medio.
Israel no tiene ni siquiera relaciones con Siria. Desde la guerra de los Seis Días de 1967 las tropas de Moshe Dayan ocuparon los Altos del Golán y todavía hoy es un territorio estratégico controlado militarmente por Israel. Militantes de Hezbollah siguen atacando territorio israelí desde el sur de Líbano provocando esporádicas contraofensivas del ejército israelí.
Siria, en cualquier caso, es un estado incómodo para el diseño que Estados Unidos e Israel consideran más apropiado para sus intereses y también para la reconstrucción política y económica de Iraq. El discurso que sale de Washington no favorece al régimen del presidente Assad que no es precisamente una democracia parlamentaria.
El único punto de apoyo de Siria en la región es Irán que también está en el punto de mira de la política exterior de Estados Unidos. Las razones son la existencia no probada de armas nucleares por parte del régimen teocrático de Teherán. Periódicos norteamericanos han informado sobre incursiones de agentes de inteligencia para detectar los enclaves en los que se sospecha que se fabrican las armas nucleares.
Irán ha salido en apoyo de Siria diciendo que está a su lado ante las amenazas y desafíos que Estados Unidos ha planteado a los dos países. El asesinato del ex primer ministro libanés ha añadido un nuevo elemento para desestabilizar a Siria y crear un estado de inseguridad general y más amplio en la región. Otra pieza interesante es el anuncio de Rusia de suministrar misiles a Siria.
Si se derrocó a Saddam Hussein bien puede derrocarse a Assad en Damasco. El “gran juego” está en marcha. Se sabe cómo se empieza pero no tenemos la más mínima idea de cómo puede acabar. La fuerza es el único elemento que está en juego. El derecho, la diplomacia y las negociaciones no son prioritarias. Lo que me atrevo a vaticinar es que habrá más violencia en Oriente Medio.