No me gusta la carga ideológica en el debate sobre el tres por ciento. No es un problema de las izquierdas ni de las derechas. Es, simplemente, un dato que conviene esclarecer. Ni se puede llevar a los tribunales la insinuación enigmática de Maragall ni tampoco es oportuno plantear una moción de censura sabiendo que se va a perder. Es evidente que si el president no hubiera arrojado este pedrusco en el Parlament no tendríamos crisis. Seguiríamos remando todos en el estanque dorado de la política catalana, aguas tranquilas, atardeceres románticos y noches estrelladas.
Artur Mas sólo pide una retractación pública de Maragall que la tendría que dar si no aporta datos. Pero también necesitaríamos una afirmación contundente de CiU negando que el tres por ciento haya existido. Por lo tanto, que se sepa todo. Y no pasará nada. Quizás iremos todos mejor.