Me preguntan amigos, vecinos y conocidos cómo va a transcurrir y qué desenlace va a tener la crisis desatada el 24 de febrero con las enigmáticas palabras del tres por ciento pronunciadas fuera de guión por el president Maragall.Me lo dicen con un punto de curiosidad y también de ingenuidad. ¿Cómo es posible que en diez días se desate una tormenta tan gigantesca en el estanque dorado de la política catalana? Lo que ha hecho más incomprensible el drama es el uso no calculado de la metáfora por parte del president Maragall.
La dinastía lírica de los Maragall no terminó con uno de los grandes poetas nacionales en lengua catalana, que murió a los cincuenta años y que, en una crisis mucho más fuerte que vivió el país en 1909, se atrevió a escribir artículos que fueron censurados pero que luego se publicaron y se encuentran en sus obras completas.La muerte sorprendió al poeta Joan Maragall un año después de la semana trágica en medio de la incomprensión de los jóvenes intelectuales noucentistes y de una burguesía de la que formaba parte como voz de su conciencia. Cuando dijo y escribió lo que pensaba fue censurado y recriminado.
La Ciutat del perdó era un artículo breve en defensa del perdón de Francesc Ferrer i Guàrdia, quien estaba a punto de ser fusilado por los hechos de la semana trágica. Fue Enric Prat de la Riba el que prohibió su publicación en el diario La Veu de Catalunya. “Creemos y así lo hemos de confesar sinceramente que al adoptar la resolución de no publicar el artículo de Maragall, Prat de la Riba, un eminente hombre de Gobierno, cometió quizás el mayor error de su vida pública. Los acontecimientos posteriores como la caída del gobierno Maura, las derrotas electorales de la Lliga, el endurecimiento del movimiento obrero, el resurgimiento del lerrouxismo… demostraron que en aquella ocasión el poeta había tenido razón por encima del político”. Son comentarios de Josep Benet al recuperar del Arxiu Maragall el texto no publicado del poeta y expuestos en su libro publicado en 1963, Maragall y la Setmana Tràgica.
Pasqual Maragall puede utilizar la vena lírica de su familia. Y puede recurrir a ella en sus horas de solaz en el Empordà inmortalizado por su abuelo con bellas palabras que todavía no han sido superadas. Pero Pasqual Maragall es un político y no un poeta. Saltar de metáfora en metáfora para salir al paso del desaguisado producido por una acusación encubierta en una frase enigmática que fue entendida por todo el mundo, incluso por los más directamente ofendidos, no es hacer política en nuestro siglo. Es una salida hacia delante que no sé adónde puede conducir. Es liarla.
Responder a la crisis desatada por sus palabras con soufflés que entren en estado de reposo, con la necesidad de la vaselina, con comparaciones con las mujeres maltratadas, es no conocer la dimensión de la política. Esta crisis no se superará con metáforas y alegorías más o menos recurrentes. Se va a encauzar con declaraciones políticas y con acciones de Gobierno por parte de la primera autoridad del país.La crisis no se ha cerrado porque la piedra lanzada por la pendiente sigue rodando sin rumbo.
Tiene ocasión el president de salirse de la metáfora y hablar de política. Lo puede hacer en el debate de la moción de censura al que será sometido el jueves. Tendrá ocasión de calcular el alcance de sus palabras, puede pedir disculpas si no exhibe pruebas de su insinuación. Pero, sobre todo, tendrá ocasión de responder como un político y no como un poeta al discurso que va a poner sobre la mesa el líder del PP catalán, Josep Piqué. Basta de metáforas. Es la hora de encauzar o hacer más incontrolable la crisis del tres por ciento.