Internet es una revolución, seguramente tan importante como la imprenta inventada por Gutenberg. Como todos los inventos revolucionarios es imparable. Pero habrá que situarla en un marco jurídico global que regule las actividades en la red. Así ha sido siempre en todas los avances de la historia.
Desde la bomba atómica sobre Hiroshima hemos comprendido que la obra de la ciencia no es siempre positiva y que la razón es un instrumento que no garantiza la calidad moral de sus resultados. La ciencia y la técnica, abandonadas a si mismas, no conocen límites.
Y en un mundo en el que la ciencia avanza por su cuenta, sin tener presentes otras consideraciones, en cuanto algo es posible no puede convertirse en obligatorio y mucho menos en normal.
Las detenciones de centenares de personas que utilizan la red para distribuir pornografía infantil en todo el mundo es un ejemplo de que también la red necesita algún tipo de regulación que en este caso será global.