Costumbres hispánicas

Pretextos para llenar las calles de manifestantes los hay siempre. La manifestación es una costumbre muy hispánica. Recuerdo todavía la concentración de cientos de miles de madrileños que vitoreaban a Franco en la plaza de Oriente tras las protestas internacionales por las ejecuciones de septiembre de 1975.

Carlos Arias Navarrro llenó la Plaza de Oriente para vitorear al Caudillo. Cuentan que Franco que salió al balcón del Palacio Real con uniforme militar, gafas de sol, síntomas avanzados de Párkinson y una voz débil, lloró mientras decía “españoles, gracias por vuestra viril adhesión y por esta serena y digna manifestación pública que me ofrecéis en desagravio a las acciones de que han sido objeto nuestras representaciones en Europa… Todo obedece a una conspiración masónica e izquierdista en la clase política, en conturbernio con la subversión comunista en lo social, que si a nosotros nos honra, a ellos les envilece”.

Era el primero de octubre y Franco celebraba su 39 aniversario al frente de la jefatura del Estado. TVE calculó en un millón de personas los concentrados.Las masas vitorearon a Carlos Arias Navarro por los mismos que habían pedido su dimisión por aquel engañoso aperturismo del espíritu del 12 de febrero.

Muchos de los manifestantes debían ser los mismos que once años después se congregaron por cientos de miles en Madrid para llorar la muerte de su alcalde, el profesor Tierno Galván, que fue honrado por los madrileños.

Ha habido manifestaciones en contra de la permanencia de España en la OTAN, en contra del terrorismo, a favor del regreso de Taradellas al grito de “llibertat, amnistía i estatut d’autonomia”.Las manifestaciones en contra de Aznar por la guerra de Iraq y por la gestión del gobierno por el Pretige fueron sonadas. Y las que tocan esta temporada son las que impulsa el Partido Popular en contra del gobierno Zapatero ya sea por los Papeles de Salamanca, por el insinuado diálogo con ETA o por la política social en lo que se refiere a los matrimonios entre personas del mismo sexo.

El Plan Hidrológico Nacional va a llenar las calles valencianas en las próximas semanas.

Me inquieta que la política se traslade a la calle en contra de decisiones adoptadas por el gobierno y refrendadas en el Parlamento. Me preocupa también que el hilo conductor de estas masivas concentraciones sea el de la unidad de España que llega a estar amenazada incluso por unos papeles que no son otra cosa que un botín de guerra para ser utilizado como prueba en los sumarios políticos en contra de los perdedores de la guerra civil.

Otra motivación de fondo es discutir la legitimidad del gobierno que ganó las elecciones del 14 de marzo, después de los brutales atentados del día 11 en Madrid.Decía Vicens Vives que la Restauración fue un acto de fe en la convivencia hispánica. Pero duró poco.

El peligro de la unidad nacional ha estado presente desde que Antonio Maura, conservador mallorquín, fracasara en su acercamiento al hecho pluricultural de España. Sus relaciones con Catalunya fueron difíciles a pesar de sus buenas relaciones con Cambó.

Maura aprobó la ley de Jurisdicciones, rechazó el movimiento de la Solidaritat Catalana, fue reticente al proyecto de la Mancomunitat y se opuso frontalmente a la Autonomía catalana que defendía un “centralista” como Canalejas. Años más tarde, en septiembre de 1923, el general Primo de Rivera dió el golpe de Estado desde Capitanía de Barcelona. Empezaba la primera dictadura del siglo.

Un hilo conductor de las tragedias que ha vivido España es el fracaso para estructurar un Estado moderno que comprenda la complejidad de las sociedades peninsulares.

  1 comentario por “Costumbres hispánicas

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