Es muy difícil seguir la lógica de la ética política en tiempos de guerra o cuando el terrorismo siembra el miedo en una sociedad que ha sido sacudida por atentados indiscriminados con docenas de muertos.
Tony Blair ha sufrido su primera derrota en los Comunes después de ocho años de gobierno. El planteamiento de Blair es que “no estamos viviendo en un estado policial pero vivimos en un país que se enfrenta a una amenaza seria y real del terrorismo”.
Para combatirlo, el primer ministro propone la detención de sospechosos de terrorismo a una privación de libertad durante noventa días sin que se presenten cargos contra él. Los argumentos para que la ley para luchar contra el terror era imprescindible los exhibió a última hora advirtiendo que la policía había desactivado dos nuevos ataques terroristas después de los atentados del siete de julio.
Previendo que podía perder la votación lanzó una proclamación que sonaba a epitafio político: “algunas veces es mejor perder y hacer lo correcto que ganar y equivocarse”.
Perdió la votación porque conservadores, liberaldemócratas y varios de sus diputados laboristas consideraron que noventa días de detención sin cargos era demasiado. Blair era derrotado por primera vez por una cuestión de derechos de los hipotéticos agresores a la sociedad británica.
Se volvió a presentar una ley alternativa reduciendo el periodo de detención sin cargos a veintiocho días que ya son muchos. Fue aprobada evitando así que el primer ministro fuera humillado y precipitara su dimisión que él mismo ha anunciado que se va a producir antes de terminar la presente legislatura.
El peligro del terrorismo sobre las sociedades occidentales es real y lo hemos experimentado en Nueva York, Madrid y Londres. No se puede negar la evidencia y es responsabilidad de los gobiernos combatir con todos los medios legales estas amenazas.
Pero la historia demuestra que ninguna sociedad democrática ha sido derrotada por el terror. Los daños sufridos por las democracias han sido más bien debidos a la reacción desproporcionada para hacer frente a los peligros reales del terrorismo. Cuando un estado democrático decide utilizar todos los medios para reprimir a un grupo terrorista corre el peligro de fomentar más núcleos de terror y más propaganda para su causa.
Detener a un sospechoso y privarlo de libertad sin cargos durante noventa días no forma parte de la tradición liberal británica. A Blair se lo han recordado incluso varios de sus diputados laboristas que no le perdonan el haber ido a una guerra basada en una mentira.