Una visión optimista nos puede llevar a la conclusión de que la victoria de Hamas en las elecciones palestinas puede ser un camino para encauzar el proceso de paz y convivencia entre Israel y los palestinos. El “cuanto peor, mejor”, ha sido lema de muchos cambios radicales en situaciones políticas desesperadas y ha estado en el ánimo de los revolucionarios de muchas épocas de la historia.
Pero la visión realista o pesimista nos indica que si Hamas no cambia los postulados de su carta fundacional, de agosto de 1988, será más difícil todavía alcanzar la convivencia entre los dos pueblos.
La comunidad internacional ha dictaminado que si Hamas no renuncia a la violencia o no rechaza su idea de destruir a Israel será imposible que la mayoría absoluta conseguida democráticamente será inviable establecer relaciones con los vencedores, formen o no formen gobierno.
He repasado el texto de la Carta de Hamas, una organización que la Unión Europea calificó en 2003 como una organización terrorista, y los treinta y seis artículos no invitan a la tranquilidad. El artículo once dice que una tierra que ha sido musulmana ya no puede dejar de serlo hasta el día del Juicio Final.
Entre los territorios que fueron musulmanes se encuentra Israel y prácticamente toda la península ibérica. La Carta advierte en su artículo trece que Hamas está en contra de soluciones de paz y conferencias internacionales de diálogo señalando que la Yihad, la guerra santa, es la única vía para la cuestión palestina. Cualquier otra solución entra en “contradicción con los principios de la “resistencia islámica”.
Siguiendo el espíritu del libro pamfletario escrito en Rusia por un autor anónimo a principios de siglo pasado, “El protocolo de los sabios de Sión”, la Carta se refiere al pueblo judío como adinerado, que controla los medios de comunicación y sujeto de una supuesta conspiración judía internacional que habría inspirado los principios de la Revolución Francesa y de la Revolución de Octubre de 1917.
La Carta está encabezada en “nombre de Alá clemente y miseriocordioso” y no ha sido modificada desde que fue escrita. “Nuestra batalla contra los judíos es seria y gloriosa y exige la movilización de todos los esfuerzos sinceros”.
La política es el arte de lo posible y a pesar de estas declaraciones de principios tan radicales y tan intransigentes hay que buscar un entendimiento con los palestinos. Pero sus objetivos producen miedo a los judíos y al mundo cristiano occidental.