En una semana el parlamento británico ha aprobado leyes restrictivas sobre el tabaco, ha introducido el carnet de identidad y ha convertido en delito la glorificación del terrorismo. La grabación de conversaciones privadas sin autorización judicial son abundantes en Estados Unidos y la ONU reclama el cierre de la base de Guantánamo porque los islamistas presos desde 2002 son objeto de torturas y no disponen de garantías y asistencia jurídicas.
La ministra Elena Salgado sigue sin tregua su cruzada contra los náufragos de la embestida contra el tabaco y la consellera Tura no se pone de acuerdo con su colega Geli sobre los emplazamientos de la práctica de la prostitución.
El mensaje que recibe el ciudadano que vive en Occidente es que en nombre de la seguridad y el orden, de la salud o de la longevidad, habrá que reducir algunas libertades básicas. El hecho de que en el Reino Unido se grabe en vídeo a muchos millones de ciudadanos y que las imágenes de sus movimientos puedan ser monitorizadas por funcionarios del gobierno desde una central de datos, es una novedad que alarma al espíritu liberal de los británicos que podrían comprobar cómo las profecías orwellianas no se cumplen en lejanos regímenes totalitarios sino en su establecida y consolidada democracia.
Hemos vivido días de una gran agitación global sobre la libertad de expresión y sobre si era procedente publicar dibujos en los que se ofendían los sentimientos y las creencias de millones de musulmanes. Pocas aportaciones se pueden hacer después de los centenares de artículos y opiniones vertidos en la prensa mundial sobre la libertad de los diarios europeos.
Pienso que sería más interesante fijarnos antes en las libertades concretas que se van cercenando en las sociedades democráticas en nombre de la seguridad y el orden y no perdernos en los ideales de la libertad que comparto plenamente y que en su conjunto constituyen la fuerza motriz del progreso de Occidente.
Una cosa es predicar y otra es dar trigo. La libertad no es una conquista para los más cultivados, para las clases dirigentes o para los académicos que la estudian con argumentos impecables. Es para todos.
La libertad es también para explicar todas las cosas que pasan, para pedir los derechos y exigir las obligaciones de los inmigrantes, para denunciar las actitudes torpes y abusivas de unos y otros. Sería empeñecer el concepto de libertad el circunscribirlo a la burla de las creencias de los otros. La libertad, por definición, no puede ser selectiva.