Bienvenidos al club de los partidos políticos en Cataluña. Fernando Savater dijo que la idea misma del acto del Tívoli era impensable en el País Vasco y que se trataba de una muestra de democracia madura.
La Plataforma Ciutadans de Catalunya nació hace unos meses de la mano de unos intelectuales catalanes que no querían quedarse quietos ante el nacionalismo imperante en un país que lleva la marca pujolista y, según los fundadores, el gobierno tripartito y muy especial el partido socialista catalán no han hecho sino continuar con otras siglas la corriente nacionalista que abarca la vida institucional, política y cultural del país.
El Tívoli se llenó a rebosar y las colas en la calle Casp que se quedaron fuera indican que el acto amenizado por Boadella disfrazado de Mosso d’Esquadra tenía interés para bastante gente.
Desconfío de los intelectuales que fundan partidos. No es su función. No alcanzo a comprender cómo un intelectual puede identificarse con un partido político. Podrá sentir simpatía por él, pensar que conviene al país su predominio. Pero, si es intelectual, no puede menos de ver que es esencial que coexista y conviva con los demás. Que haya, además de él, otras cosas, otras propuestas y soluciones, otras formas de administración de los intereses de los ciudadanos.
Al intelectual le complace todo lo que es verdadero y siente hostilidad a la suplantación, a la falsificación, al partidismo. En Inglaterra no hay intelectuales en la política. En Rusia no los ha habido nunca. Tampoco en Estados Unidos. En Francia los hay en abundancia, sin ir más lejos el actual primer ministro, Dominique de Villepin.
No me dirán que Berlusconi sepa lo que es un intelectual. Adolfo Suárez dijo en una ocasión que sólo había leído un libro. El emperador Francisco José se enorgullecía de haber leído solamente el Boletín Oficial de la Academia del Ejército de Viena.
El ideal de un pueblo, lo decía Ortega, es que no sea necesaria la intervención de intelectuales en su vida política. La II República española estuvo adornada de mentes lúcidas y claras que escribieron grandes libros y anotaban anécdotas en sus diarios personales para pasar a la historia. Eran intelectuales que no supieron gestionar la república.
El partido inspirado por Carreras, Espada, Boadella y otros nace con un espíritu antinacionalista. Van en contra de la aprobación del Estatut, no aceptan el actual régimen linguístico, se declaran de izquierdas y de tradición ilustrada. A mí no me estorban. No faltaría más.
Espada quiere expulsar al nacionalismo del espacio público y mandarlo a la alcoba, junto al crucifijo. Tiene una tarea muy interesante y difícil en Catalunya. Pero el trabajo más duro lo tendrá en el resto de España. Entre el nacionalismo del Pacto del Tinell, el tripartito y compañía, y el que vimos en la Convención del PP en Madrid este fin de semana, me parece más inflexible, exagerado, autoritario y trasnochado el que anunciaba la muerte prematura de España, Aznar dixit.
En cualquier caso, bienvenidos al debate político. Digan lo que quieran tan alto como les de la gana. Pero les quiero ver arremangados y cosechando votos en los mercados, en los pueblos y en los campos de fútbol. Preferiría que en vez de lanzar un mensaje en negativo dijeran algo en positivo. Da la impresión de que sólo ellos se han salvado del nacionalismo catalán que ha penetrado en todas las almas y cuerpos de los catalanes.
No exageren. Y, sobre todo, no hagan el ridículo y dedíquense a pensar y a escribir que es lo suyo.