La crisis planteada por Irán al anunciar que reanudará los trabajos para enriquecer uranio con la posibilidad de obtener la bomba atómica, no es una crisis coyuntural. El presidente iraní no ha retirado sus amenazas de utilizar un día el arma devastadora para borrar del mapa a Israel. Irán es un país importante en Oriente Medio, un país que no es árabe, como no lo son tampoco Israel y Turquía, pero con una población homogénea chiíta que comparte creencias con la mayoría de chiítas iraquíes.
La crisis ha saltado a las Naciones Unidas y será uno de los debates más intensos que se avecinan. El problema no es otro que la misma existencia de la bomba atómica porque la historia nos enseña que todas las armas inventadas acaban urtilizándose.
El hecho de que sólo puedan disponer de la bomba atómica los “estados responsables”, como Estados Unidos, Francia, Rusia, Gran Bretaña, Israel, China, India y Pakistán no consituye ninguna garantía porque la responsabilidad no es un valor fijo y los que hoy sean responsables mañana puede dejar de serlo por la simple circunstancia de que han pasado de ser amigos a adversarios.
El drama es que la humanidad tiene en sus manos un instrumento de destrucción masiva que puede ser utilizado por estados, por grupos radicales o terroristas, con alcance más reducido o limitado pero destructivo en cualquier caso. No es una cuestión ideológica o estratégica. Es la supervivencia de muchos millones de personas en todo el mundo. Mientras el desarme no sea absoluto y verificado, siempre existirá la posibilidad de que alguien tenga la tentación de recurrir a la bomba atómica.
En el curso de la segunda guerra mundial algunos científicos alemanes huídos del nazismo advirtieron de las intenciones de Hitler de construir la bomba. Roosevelt fundó el Proyecto Manhattan designando a Robert Oppenheimer como su director. La primera explosión tuvo lugar en el desierto de Nuevo México el 16 de julio de 1945, meses después de la rendición de Alemania. El 6 de agosto de aquel año se arrojó sobre dos ciudades japoneses precipitando la rendición imperial.
Fue el propio Oppenheimer el que advirtió con tristeza que “el mundo ya no será el mismo”. Y no lo ha sido. La guerra fría se construyó sobre bombas nucleares para facilitar las negociaciones diplomáticas entre los dos bloques. Al caer el Muro, el club nuclear ha crecido. Ya me dirán que garantías hay de que todos los países con armas nucleares sean responsables.