Francia vuelve a vivir tiempos de turbulencias sociales. En noviembre fueron las manifestaciones en los suburbios de París. Eran los hijos de los inmigrantes que protestaban violentamente contra su aislamiento y por tener las puertas cerradas a la meritrocracia. Aquellos disturbios fueron entendidos por el gobierno aunque no consta qué medidas ha adoptado para dar respuesta a las revueltas.
Ahora son los hijos de las clases medias los que llevan varios días manifestándose pidiendo la retirada del contrato juvenil del gobierno Villepin que propone que el primer empleo de los jóvenes pueda ser rescindido en dos años. Son universitarios que acuden con sus familias pidiendo que se retire el proyecto de ley.
Francia está de malhumor. Ha dejado de ser la referencia europea por antonomasia. Alemania es más fuerte y los socios de la Unión Europea llegan ya a veinticinco. Irlanda y Gran Bretaña están creciendo a ritmos superiores a Francia. España también.
Cuando toda Europa se disponía a ratificar la Constitución los franceses dijeron no. Les siguieron los holandeses. Pero no ha pasado nada. La vida sigue y los europeos son el espejo en el que se miran los países del Este y de los Balcanes. También Turquía llama a la puerta.
Hay muchos libros que hablan del declive de Francia. Escritos por franceses o por norteamericanos. Francia, en el fondo, no acepta dejar de ser la guía necesaria de Europa y del mundo. El inglés ha ganado la batalla linguística sobre el francés. El presidente Chirac se levantó la semana pasada de una reunión al comprobar cómo un francés hablaba en inglés en un discurso internacional.
Pero Francia, a pesar de todo, sigue siendo una referencia y, en palabras de Metternich, cuando Francia estornuda, Europa está constipada. El problema de fondo es que el modelo social europeo le cuesta en su conjunto aceptar el modelo de mercado y capitalista anglosajón. El problema es que el modelo social europeo sólo puede perdurar si cambian las actitudes de todos a favor del trabajo, del esfuerzo, de la responsabilidad.
Pienso que es posible mantener el modelo social y hacerlo competitivo. Hay que hacer las reformas que Merkel está intentando imponer en Alemania y que muchos paísesya han adoptado. Pero no está mal que alguien recuerde que no se puede echar por la borda en nombre del mercado lo que se ha conseguido en Europa en el último medio siglo.