Carpe diem europeo

Tony Blair se tambalea mientras los escándalos le estallan de dos en dos. Dijo que se retiraría antes de terminar la legislatura pero puede que lo haga sin que decida él el momento y las circunstancias.

En Italia se ha producido finalmente el relevo y Romano Prodi tendrá que escenificar el cambio contando con la mitad aproximada de los electores. La alianza de Berlusconi, con «Il Cavaliere» en la oposición o en la sombra, le hará la vida imposible.

El gobierno francés tiene que retirar las reformas y el primer ministro Dominique de Villepin, enarca e intelectual incuestionable, se presenta ante la Asamblea Nacional implorando lacrimosamente que no cometan más injusticias con él. Que Chirac ni el primer ministro tienen nada que ver con las instrucciones de espiar al ministro del Interior, Nicolas Sarkosy, aspirante a la presidencia. Insólito.

Los alemanes se lo están tomando con más racionalidad y pretenden salir de la crisis con un gobierno de gran coalición que ha convertido a Ángela Merkel en una estrella internacional pero que empieza a ser cuestionada en el interior.

La España de Zapatero se ha lanzado a grandes reformas estructurales y sociales. Si le salen bien pasará a la historia pero la mitad de España no está entusiasmada con sus reformas. El Partido Popular las discute milímetro a milímetro.

En Cataluña estamos descifranco qué significa el voto nulo político que promueve Esquerra Republicana. No es que sea complicada la política catalana. Lo que pasa es que es difícil comprenderla.

Europa está desorientada, perdida en laberintos nacionales, y no recupera aquel aliento de esperanza y crecimiento que se vivió hasta que franceses y holandeses dijeron no a la nueva Constitución. Pensar que porque el crecimiento no es negativo no hay preocuparse, es una falacia.

Vivimos por encima de nuestras posibilidades, pendientes de que los tipos de interés no se calienten demasiado y endeudándonos más allá de nuestras posibilidades. Pero las bolsas suben, hay un inquietante optimismo, una virtualidad ambiental, que puede desembocar en una crisis de grandes dimensiones.

Cuando alguien habla de valores, de esfuerzo, de solidaridad, de dar sin esperar recibir para que la sociedad prospere en su conjunto, parece que no va con nosotros. Hemos pasado de la España va bien de Aznar a no sabemos cómo va la España de Zapatero. Mientras tanto, carpe diem.