La historia de diarios como La Vanguardia, diarios centenarios, descansa sobre muchas columnas. La primera son los lectores que mantienen su fidelidad y, a su vez, permiten que los anunciantes depositen su confianza en nuestra credibilidad y hagan viable el negocio de una empresa periodística de referencia.
La segunda es la propiedad que arriesga el capital y gestiona la complejidad de un periódico siempre sometido a variantes imprevistas que van desde las viejas y nuevas tecnologías hasta la llegada puntual de los ejemplares a los puntos de venta. Este diario tiene el privilegio de haber sido fundado por una familia, los Godó que abandonan Igualada en plena Restauración, y generación tras generación, han mantenido intacta la propiedad hasta el día de hoy.
Un fenómeno que sólo puede entenderse por el instinto de La Vanguardia en servir e interpretar el sentir general de la sociedad catalana tanto en tiempos convulsos como en épocas plácidas. El diario al que he servido durante más de una generación ha conocido varios cambios de régimen.
Vivió la Solidaritat Catalana, la Semana Trágica de 1909, el fin de la alternancia inventada por Cánovas y Sagasta, la primera dictadura de Miguel Primo de Rivera que dió el golpe de estado en Barcelonaen 1923, la caída de la monarquía de Alfonso XIII y la llegada esperanzadora de la II República, los hechos de Octubre de 1934, las elecciones del 16 de febrero de 1936 y la sublevación de Franco que desembocó en la guerra civil.
En aquella fratricida e incivil guerra fue incautada por la CNT-FAI, por el Gobierno de la Generalitat y finalmente por el gobierno de la República al servicio de Negrín. Fue testimonio de los bombardeos sobre Barcelona y la llegada de las tropas franquistas por la Diagonal. Se convirtió en La Vanguardia Española por imperativo de los vencedores y tuvo que aguantar a un director, Luis de Galinsoga, que se paseaba por los pasillos de la redacción gritando «estoy en territorio conquistado» y que fue destituido después de proclamar en una iglesia barcelonesa de que «todos los catalanes son una mierda».
Sobrevivió al franquismo y defendió la causa aliada a pesar de la germanofilia ambiental en toda España. Fue una ventana discreta de apertura en el tardofranquismo. Saludó la vuelta de Tarradellas del exilio y se convirtió en impulsora de la democratización de la sociedad catalana y española.
Es el único superviviente de todas las cabeceras que se han publicado en Barcelona durante más de 125 años. Hoy goza de buena salud y sigue siendo un diario de referencia.
La tercera columna es la de los profesionales que les transmitimos las informaciones, opiniones y servicios que llenan nuestras páginas. Todo este preámbulo es para hablarles de Carlos Nadal que acaba de recibir un premio de la prensa madrileña como reconocimiento a toda una vida periodística vinculada exclusivamente a esta cabecera.
De Carlos Nadal y de su hermano Santiago, que me abrió las puertas de la sección de Internacional hace ya treinta y ocho años, he aprendido el valor del humanismo, de la cultura, de la historia, de la conversación, del análisis y de la comprensión. Recuerdo como si fuera hoy cuando Carlos me hablaba de Baroja, de Unamuno, de Dickens, de Tolstoi y de los políticos de la Europa democrática tan distintos y tan distantes del erial del franquismo de aquellos años.
Carlos Nadal, desde las alturas de su edad, nos analiza cada domingo la realidad internacional, sus contradicciones, sus cambios inesperados y sus procelosas singladuras. Es un analista que mide el adjetivo pero que cuida el sustantivo poniendo las crisis en su contexto. Carlos ejerce lúcidamente su trabajo desafiando el inexorable paso del tiempo y más allá de las burocráticas leyes de la jubilación, como demuestran también sin descanso Carlos Sentís y Jaime Arias.
Un periódico no puede prescindir de su materia gris, del pensamiento de quienes han transitado por la experiencia y por las dudas de muchas noches en vela y por reflexiones que no siempre aparecen publicadas pero que forman parte del bagaje colectivo de una redacción. Enhorabuena, Carlos y por muchos años.
Me parece a mí que La Vanguardia sobrevivió muy bien al franquismo,más que nada porque fue un periódico afín al régimen.Palabras de Godó a la muerte de Franco:“La profunda emoción que siento por la pérdida del Caudillo de España, Generalísimo Franco, viene condicionada por la obra extraordinaria que ha cambiado radicalmente a España en unos pocos años, si bien personalmente aumenta, por los sentimientos de amistad (sic) que me había siempre demostrado y que venía ratificada por el nombramiento con que he sido honrado en dos ocasiones como procurador en Cortes de designación directa del Jefe del Estado”.