Hace cincuenta años, este mes de octubre, Nikita Kruschev aplastaba violentamente una revuelta de los húngaros que se rebelaban contra el régimen comunista y contra la dependencia de la Unión Soviética. Fue una revolución frustrada para conquistar la libertad.
Medio siglo después, los húngaros se manifiestan contra su gobierno, sitian la televisión y perpetran destrozos en las calles de Budapest. No es una revuelta a favor de la libertad sino de la transparencia y de la verdad.
El primer ministro, Ferenc Gyurscsany, dijo en una reunión del partido hace unos meses que había mentido «por la mañana, al mediodía y por la noche» para ser reelegido. La grabación fue emitida por la televisión y radio públicas. Estas mentiras han sido asumidas por el propio primer ministro que las ha calificado como auténticas pero que no piensa dimitir a pesar del malestar causado entre sus conciudadanos.
Muchos de los manifestantes eran de derecha o de extrema derecha. Da lo mismo. La mentira es mentira, aunque haya pasado por las urnas. El primer ministro falseó datos de la economía húngara sabiendo que no eran ciertos. Mintió. Las palabras tienen a veces más fuerza que los hechos y, antes y ahora, la mentira tiene un alto precio.
Hungría quiere ingresar en la zona euro a pesar de tener un déficit proyectado para 2006 de un 10.1 por ciento del producto interior bruto.
El presidente de Hungría, Laszlo Sloyom, cursó una reprimenda a su primer ministro por haber traicionado la fe de los húngaros en la democracia sabiendo que mentía en algo que importa tanto a la gente como es la economía nacional y particular. El presidente pidió al primer ministro que reconociera públicamente su error.
Sobre mentiras no se pueden construir verdades. Ni en las dictaduras ni en los sistemas democráticos. Una de las causas del desorden internacional, no la única, es la gran mentira de personajes como George Bush, Tony Blair y José María Aznar que incendiaron un país que vivía bajo una dictadura y ahora se prepara para una guerra civil.
Aznar y Blair han pagado por sus mentiras. A Bush le van a pasar cuentas en las elecciones legislativas del mes de noviembre.