Copyng Beethoven es una bonita historia sobre la soledad irracional de un genio. Beethoven es a la música clásica lo que Einstein es a la ciencia, Leonardo al Renacimiento y Orson Welles al cine. Todo lo que ha ocurrido posteriormente ha sido distinto.
La película del polaco Agnieszka Holland no es una biografía de los días finales del sordo más ruidoso que ha producido la historia de la cultura. Aparecen sus rasgos de ira, de desprecio a los demás, de una vida llena de contradicciones. No acepta Beethoven que si Dios le dió el don creativo de la música le privara de oirla en los últimos años de su vida.
Aparecen las últimas producciones de Beethoven. La Gran Fuga, los últimos cuartetos de cuerda y, muy especialmente la Novena Sinfonía, la Coral, que introducía un gran coro por primera vez en una sinfonía que tiene el apoteósico final con el Himno a la Alegría por en medio. Estas piezas las compuso cuando su sordera era ya completa.
Me ha interesado el papel de Anna Holz que aparece como un ángel enviado por la providencia para hacer más llevadera la vida del genio. Es la Viena de 1820 a 1827. Muchos genios, mucha cultura, mucha sensibilidad, pero una gran decadencia social que estallaría cien años después.
Beethoven tuvo admiración por Napoleón al que le dedicó la tercera sinfonía hasta que se enteró que de cónsul había pasado a ser emperador. No es más que un hombre, dijo, mientras destruía la primera partitura que se titulaba Buonaparte y pasó a denominarse Heroica. Es curiosa la fascinación de Napoleón en la Europa culta de comienzos del siglo XIX.
Lo que me ha llamado la atención es la relación entre la creación y el silencio. Beethoven no tiene más remedio que producir desde el silencio. Es sordo. Pero es desde el silencio cuando se crean las cosas más importantes. La Sinfonía Coral fue construida desde el silencio interior.
Qué dulce es el final de la película cuando Beethoven estrena en Viena su Novena Sinfonía y no oye los ensordecedores aplausos de un teatro que sabe que acaba de escuchar una obra maestra para todos los tiempos.
El silencio es el espacio más despreciado por los humanos. Pero desde el silencio se piensa, se habla con la intimidad de uno mismo, se crea, se reza, se sueña, se observa la inmensidad del Universo, la caducidad de todo lo que está vivo. Irónicamente, es desde el silencio cuando se producen los grandes cambios que afectan a la cultura y a la civilización.
Decía el poeta Heine, alemán de los tiempos de Beethoven, que nadie sabe la fuerza que puede tener una persona encerrada en su habitación pensando y escribiendo lo que piensa. Es más poderoso que todos los ejércitos del mundo.
Hola, llegué a tu blog buscando comentarios sobre Copying Beethoven. Me gustó mucho lo que comentaste. Te dejo un saludo! (Y)