No pretendo competir con los exquisitos obituarios que le han dedicado dos ilustres notarios y colegas de Barcelona a mi amigo Josep Maria Puig Salellas, traspasado la noche del sábado.
Sí quiero evocar su personalidad sin detenerme en los numerosos cargos ocupados en la sociedad civil del país. Puig Salellas era un catalanista de piedra picada que tenía la ilusión y también la convicción de que un día Catalunya podría volar por su cuenta. En su último libro, que tuve el privilegio de presentar al público, así lo sostenía aunque en el mismo título ya anunciaba que estábamos en el penúltimo recodo.
Puig Salellas ha sido el penúltimo notario del país. No podríamos vivir sin la institución del notariado. Decía Manuel Azaña en su libro “Dos visiones de España” que “la diferencia política más notable que yo encuentro entre catalanes y castellanos está en que nosotros los castellanos lo vemos todo en el Estado y donde se nos acaba el Estado se nos acaba todo, en tanto que los catalanes, que son más sentimentales, o son sentimentales y nosotros no, ponen entre el Estado y su persona una porción de cosas blandas, amorosas y amables que les alejan un poco la presencia severa, abstracta e impersonal del Estado”.
Josep Maria representaba precisamente este algo blando y amable que media entre el Estado y las personas en Catalunya. Los notarios han sido piezas clave en la historia del país, han llenado el espacio entre los intereses de los catalanes y las instituciones del Estado que con tanta frecuencia han actuado por delegación y partidariamente, al compás de los gobiernos centrales de turno.
Una o dos veces al año reunía en su Mas de Can Salellas, cerca de Cruïlles, en el Empordà, a un grupo de amigos con el objetivo fundamental de hablar hasta que la noche caía sobre los campos y bosques de su finca. Allí conversamos largamente con Ernest Lluch, Josep Maria Bricall, Pere Esteve, Juan José López Burniol y muchos más que ahora no recuerdo. Encuentros inolvidables.
Un día, paseando bajo los olmos, le escuché la anécdota narrada por Josep Pla cuando contemplaba con un alto cargo de la administración del Estado, el paisaje que se observa desde el faro de San Sebastià, que vigila el Mediterráneo pero también la gran llanura ampurdanesa, cuidada, civilizada, repartida, ordenada, con mugas y bancales, con dueños latifundistas o minifundistas.
Pero, ¿quién ha hecho todo esto?, le preguntó el ministro a Josep Pla. Pues mire, todo es obra del notario de La Bisbal. Los catalanes tenemos una relación especial, solemne, muy seria, con los notarios.
Fueron ellos los que fomentarion la reforma agraria del siglo XVIII propiciando el reparto de tierras a los “rabassaires”, según nos cuenta Piere Vilar. Perpetuaron las casas principales , “pairales”, a través de las capitulaciones matrimoniales que ahora ya no se practican. También configuraron lo que sería la sociedad familiar como la hemos conocido en los últimos doscientos años.
Me cuenta un lúcido notario en ejercicio que la profesión se ha nutrido de hijos y nietos de casas principales venidas a menos, de maestros y de militares. Muchos vinieron de tierras leridanas.
Porcioles, Faus, Figa, Roca-Sastre, Noguera y Puig Salellas han sido piedras angulares de la sociedad catalana. Señores notarios que garantizaban los pactos sagrados entre gentes del país.
Puig Salellas hacía muchas cosas y hablaba poco. Las conversaciones telefónicas eran lacónicas y precisas. No había paja ni retórica en el trato con este notario que nos ha dejado.
En otros tiempos habríamos comentado hoy los resultados electorales. Repetería que estamos en la penúltima “cruïlla”. Él ha sido el penúltimo notario.
Qué quiere que le diga. Llevo 30 años ejerciendo el Derecho y todavía no sé para que sirve el notariado, salvo para facilitar el blanqueo de dinero y escriturar todo tipo de tropelías sin comprobar nada salvo la identidad del otorgante
Uno puede ir a un notario para que haga constar que es el hijo bastardo de Isabel II de Inglaterra. Y no se preocupe, que el notario así lo recogerá en escritura pública.
No sé, a lo mejor los notarios catalanes son diferentes. Pero me extraña, porque los opositores catalanes a notarías se van a prepararlas a Valladolid, donde no les ponen obstáculos con el castellano, como ocurre en Cataluña.
///ENRIC///
Unos construyen Catalunya durante toda su vida y otros se la cargan en dos días.
bon viatje
Isarn
Sr.Foix: Catalunya se ha forjado gracias a personas como Josep Maria Puig Salellas y no a las lecturas siempre partidistas e interesadas de las estadísticas electorales, abstención incluida.