Como un cuadro de Millet o un lienzo de Van Gogh. Es el festival del amarillo en sus diversas extravagancias. Nada hay más pleno que la siega en los campos de secano. Ha llegado el tiempo. Sólo hace quince días que los sembrados se dejaban mecer por el viento de oriente y de poniente, del norte y del sur.
Formaban extensas sábanas que ondulaban acariciadas por el siempre cambiante tiempo de la primavera tardía. Lluvias esporádicas, tormentas que descargaban granizos caprichosamente, tardes tostadas por el sol que todo lo tranquiliza.
Las espigas llevan semanas con el cuelo torcido. El grano está formado. Se hincha en algunos momentos. Si el sol calienta de forma rabiosa trunca toda la cosecha. Una espiga que mira hacia el cielo, ergida, solitaria y blanca es señal de esterilidad.
Las grandes bancaladas esperan la cosechadora que todo lo arrasa. La cizaña y el buen trigo. La mies se convierte en rastrojo por el simple paso de la máquina que deja el campo con una homogeneidad sorprendente. Las familias de perdices escapan a las navajas que marca el remo de la cosechadora. Huyen a una velocidad pasmosa. La pareja es seguida por una docena de infantiles perdices que es imposible atrapar.
El sol cae con rabia. El aroma de paja recién cortada marca la inminente llegada del verano. El trigo marcha hacia los graneros. Los grillos insisten en su canturreo eterno. Parece que no llegará nunca la breve noche del estío. El día es interminable.
Todo rezuma fertilidad. Los albaricoques se vuelven rosados. Los viñedos trabajan noche y día. Los racimos apuntan la uva del mes de septiembre. Los olivos se desprenden de la flor y se quedan con las aceitunas que descansadas y desperdigadas por las ramas producirán el aceite del mes noviembre.
La hierba, la mala y la buena, es toda igual. Está seca y no volverá a brotar. El amarillo va ganando la partida definitiva a los verdes primaverales.
Es el tiempo de la siega, el más largo del año, el más ufano, el más productivo. Las cigarras cantan desde no se sabe dónde. No paran. Son las vigías inevitables de los veranos del secano.
Y así cada año, cada generación, cada siglo, cada era, todas las civilizaciones. Es lo permanente, la perfección de la naturaleza, la rendición de cuentas consigo misma. No lo alteran ni las guerras, ni las revoluciones, ni los tripartitos, ni ETA, ni el terrorismo internacional.
Quien no sabe de estos ritmos, de estas puntualidades eternas, de este comportamiento perfecto, no puede entender la complejidad de la vida. Quien no sabe lo que hay detrás de un roble centenario se pierde lo más importante, decía Goethe desde Weimar.
Sr Foix:Con estos artículos sabe que tiene el éxito asegurado!!Es una verdadera delícia leerlos, se lo agradezco sinceramente!
Bartolomé…ay ay ay! ya me extrañaba que no saliera el Barça por algún resquicio.Suerte que el Sr Foix le ha calmado el ánimo.Un saludo!
Sr. Foix així, així !!parli de les coses importants i deixem una miqueta de banda els peons de la política.
Sr. Foix, quin article més maco insisteixi per aquest camí. Va bé, de tant en tant, parlar de coses importants.
bonito articulo , los hombres somos extraterrestres , partiendo de esa premisa todo es mucho mas logico .
y lo mejor de todo esto… es que la vida en la Tierra continuará aunque tenga que terminar con la nuestra para conseguirlo.
Estamos acabando con la Tierra? no, antes ella acabará con nosotros. Al menos me queda eso, que ni todos unidos con nuestras guerras, nuestros residuos y nuestra superpoblación conseguiremos acabar con algo tan maravilloso.
Isarn
Sr.Foix: He de agradecerle un artículo tan entrañable, relajante y tranquilo como el de hoy, el Barça nos había dejado con los nervios tan de punta que mañana el primero que se nos cruzase en el trabajo iba a pagar los platos rotos…