En Manhattan se hablan 120 lenguas, nos decía George Steiner en una muy interesante conferencia pronunciada en el Saló del Tinell el martes pasado. En Barcelona, según datos oficiosos, se hablan más de 200. Nueva York y Barcelona son ciudades cosmopolitas y políglotas.
El sociedad neoyorkina es un crisol de culturas, etnias y religiones que se proyectan en todo el país. La sociedad catalana y española son fruto también de sucesivas inmigraciones que han transportado sus identidades modificando las fotos fijas que hemos tenido en cada época.
El proceso norteamericano se remonta a doscientos años. En nuestro caso es consecuencia de nuestra agitada y vieja historia que se pierde en la noche de los tiempos. El respeto al otro, con todas las dificultades e injusticias cometidas en el pasado, ha sido una necesidad impuesta por la fuerza de los hechos en Estados Unidos que han conocido avalanchas masivas de forasteros en periodos muy cortos.
El siglo pasado, Catalunya conoció la llegada masiva de gentes venidas de las tierras hispánicas contribuyendo al progreso y sin afectar seriamente a la convivencia y al respeto mutuos. Tanto es así, que el hoy president de la Generalitat fue uno de esos inmigrantes que llegó desde Córdoba a la edad de 17 años y que habla catalán casi a la perfección porque ha querido y porque ha entendido que la lengua que le ha acogido también es la suya propia.
Los inmigrantes de ayer y los de hoy no llegan en calidad de huéspedes sino con la voluntad de integrarse y de participar en el progreso y en la convivencia que resultará en nueva foto fija que se verá dentro de una generación.
Las imágenes repugnantes de un joven insultando y dando coces a una joven ecuatoriana mientras hablaba con el móvil no se sabe con quién son inquietantes porque rompen con la cultura de acogida del país. Son secuencias que han dado la vuelta al mundo y que señalan a Barcelona como un lugar peligroso, racista, en el que un matón se permite abusar de una persona por el hecho de que sea de fuera.
Que la justicia actúe, que la ley proteja a todos de igual forma, que el gobierno se tome más en serio la seguridad personal de todos los que vivimos y trabajamos aquí, por supuesto, también los recién venidos.
Pero también es preciso que se haga más pedagogía del respeto al otro. En la escuela y en la universidad, en los espacios públicos , en los centros sanitarios, en las calles y en todos los sitios donde se encuentren personas de distintas culturas y procedencias.
Vuelvo a recoger un pensamiento de Steiner en la conferencia del martes cuando dijo que había que promover una nueva antropología social de los corazones y de las mentes. La solución la daba proponiendo que cada uno se sienta huésped del otro en unos tiempos en los que se han derribado las fronteras económicas, sociales y estatales. El enriquecimiento es siempre mutuo.
Publicado en La Vanguardia el 25 de octubre de 2007
El agresor del tren me parece más bien un enfermo mental, una persona desclasada y con una patológia importante de inadaptación social. Hay muchas personas en igual situación, culpan a los emigrantes de quitarles un puesto laboral que ellos son incapaces de lograr o mantener, son un producto de la ESO, de la escasa educación que han recibido, son el signo más palpable del fracaso escolar.
el problema es que no nos conocemos , programas de tv como el "karakia" se tendrian que hacer con mas frecuencia y en más temas –
http://www.tv3.cat/pprogrames/karakia/krkSeccio.jsp?seccio=recepta
El tio del metro no me parece representativo , por cierto su biografia era un desastre , no lo justifica pero hay que decirlo , es un desgraciado .
Lluís, nos estamos cargando la credibilidad e imagen atesorada durante los juegos olímpicos y que tanto nos ha costado conseguir.
Sr.Foix: Estamos en la boca de medio mundo por actos y hechos poco edificantes, no somos ni mejores ni peores que otros, pero lo que transciende es negativo y preocupante. La educación no se improvisa en dos días, el respeto tampoco, todo lo que se construye con esfuerzo durante años se viene abajo en poco tiempo por sucesos como el que Vd nos denuncia y por otros que padecemos a diario.
Si un país pierde su credibilidad pierde la base de su futuro.