La fiebre de cortar cintas inaugurando obras públicas procede de un virus que se instala en el poder y que se convierte en epidemia cuando se acercan elecciones. Los síntomas de la infección se observan con anuncios de inauguraciones anticipadas y con colocación de últimas y de primeras piedras a los pocos meses de abrirse las urnas.
El presidente Zapatero no ha aportado grandes innovaciones en esta materia. Quienes modestamente advertíamos que el tren veloz no llegaría a la estación de Sants este año, se nos tachaba de pesimistas y desconfiados en el funcionamiento del Estado. Llevo siguiendo semana a semana las obras del AVE desde que las nuevas vías cruzaron el Llobregat a la altura de Martorell. He compartido comentarios con tranquilos jubilados que observan la obra pública desde las rendijas de una verja o desde un improvisado puente colgante.
La ministra Magdalena Álvarez insistía hasta hace diez días en que el calendario presidencial se cumpliría inexorablemente, como si fuera el cambio del ciclo lunar o el avance otoñal de una hora del reloj. Envió a su lugarteniente en infraestructuras, Víctor Morlán, que se plantó en Barcelona para coordinar las obras.
Los episodios recientes son de sobras conocidos. El resultado de tantas prisas es que no hay calendario y no habrá corte de cintas inaugurales antes de las elecciones. Los trenes de cercanías están parcialmente paralizada y el proyecto para que el tren rápido cruce Barcelona rozando los cimientos de la Sagrada Familia ya no es defendido con tanto entusiasmo.
Dice la ministra Álvarez que no va a dimitir mientras cuente con la confianza de Zapatero. No faltaría más. Dimita o no, la gestión de la entrada del AVE en Barcelona puede calificarse como una chapuza de grandes dimensiones.
Dice Acebes que a Zapatero le ha entrado la fiebre inaugural. Todos recordamos las numerosas inauguraciones que Aznar y Álvarez Cascos perpetraron meses antes de marzo de 2004 poniendo las primeras piedras de mecanismos de trasvase de las aguas del Ebro hacia el sur. Allí están.
Al conseller Puigcercós le diría que el traspaso de competencias absoluto en infraestructuras no es ninguna garantía. El Eix Transversal se inauguró por tramos once veces. Ahora hay que rehacerlo de comienzo a fin porque los índices de siniestralidad son un peligro público. El Carmel se hundió creando una crisis en el primer tripartito.
Publicado en La Vanguardia el 30 de octubre de 2007
Sr.Foix: El que esté libre de esta fiebre que tire la primera cinta…