La obsesión de muchos partidos y gobiernos de cambiar la sociedad cuyos intereses contrapuestsos administran como saben y como pueden, suele ser inútil. Ahora y siempre. Tan inútil que, tarde o temprano, es la sociedad la que cambia a los partidos o gobiernos que pretenden imponer desde arriba soluciones únicas a problemas complejos.
La democracia, en frase bien conocida de Popper, no consiste en hacer gobiernos sino en echarlos. Churchill reaccionó con una dolida ironía al perder el poder en 1945 después de haber ganado la guerra. Dijo sin ruborizarse que la virtud de los grandes pueblos es la ingratitud. Casi siempre hacia quienes han hecho cosas muy positivas desde el poder colgándose todas las medallas como si el éxito fuera un mérito exclusivamente suyo.
Los partidos, su mismo nombre lo indica, son necesariamente partidistas y las soluciones parciales que proponen han de ser aceptadas o compartidas por segmentos sociales que no les han votado. Un gobierno democrático, del signo que sea, no puede tener larga vida si detrás no cuenta con una mayoría social suficiente. Me gusta muy poco que los titulares de los últimos días hayan dado la impresión que lo que está en juego es si ganan los socialistas o la Conferencia Episcopal. No estamos ni en la Italia de Cavour, Mazzini y Garibaldi ni en la España de Azaña o Largo Caballero. Afortunadamente.
Se olvida con frecuencia que la sociedad en su conjunto es madura, responsable, distingue el grano de la paja y actúa al margen de la propaganda y de las consignas de los partidos que están en el gobierno o los que pretenden desde la oposición promover un cambio de rumbo.
Si se organizan manifestaciones contra el gobierno encabezadas por obispos, los socialistas resucitan un anticlericalismo rancio y todos nos retrotraemos a los debates de hace un siglo en un país que ha vivido demasiadas desgracias con la religión como pretexto.
Es un mal servicio a la libertad de los ciudadanos, tanto de los creyentes como de los agnósticos, que lo único que pretendemos es poder vivir en un marco de convivencia cívica en una sociedad plural. También es un mal servicio al respeto que merecen las ideas y los posicionamientos de los demás. Me cuesta admitir que la Conferencia Episcopal o los socialistas sean la causa de todos los males. El Partido Popular no ha dicho nada.
El problema es pensar que votamos a quien mandara cuando hay que votar a quien obedecerá
Bueno, la última desgracia que nos trajo una religión no fue hace un siglo, fue exactamente el 11M, con los atentados islamistas, pero ahora parece que la religión mala es la católica y tampoco es eso la verdad.
J.Vilá.
Se trata de descalificar al adversario,nada más.
Si en las encuestas de los medios mostraran a un grupo de otra religión que se inclinara por otro partido ,seguramnete a la gente le parecería de lo más normal que expusieran sus ideas.Cada cual ya es mayorcito para decir lo que quiera,pero la campaña electoral no debe ser mezclada con el apostolado.
Los partidos políticos y líderes de todo tipo deberían de saber separar sin miedo la moral,religión,ética o el corazoncito de cada uno,de su labor.
Estoy de acuerdo en que somos una sociedad madura,pero sin olvidar que acabamos de salir de la pubertad y que nos confundimos pensando que todo es decisión de los soberanos, cuando el valor de la vida ya está expuesta en La Declaración de los Derechos del Humanos.
Un saludo.
Sr.Foix: No le arriendo las ganancias de la que nos espera todavía, estas elecciones tan reñidas y complicadas se me antojan que pasarán a la historia por su falta de ideas y dureza.