En los tiempos en que me dió por devorar la obra entera de Benito Pérez Galdós, aquellos seis volúmenes rojos de Aguilar, papel fino y letra pequeña, tiempos en los que los corresponsales vivíamos tranquilos porque nadie nos mandaba y porque se nos consideraba sin motivo los aristócratas de la profesión, tomé notas de las muchas veces en las que el gran escritor canario se refería al periodismo en los agitados finales del siglo antepasado.
Decía don Benito que “en la época que llamaré amadeista, matábamos el tiempo y engañábamos las ilusiones haciendo periodismo, excelente aprendizaje para mayores empresas”.
Retrata muy bien las turbulencias de la primera república federal, el asesinato del general Prim, la llegada de Amadeo de Saboya y la proclamación del nuevo régimen trás el abandono del fugaz monarca y la proclamación de la I República.
Federal o confederal eran los conceptos debatidos en aquellos primeros días del nuevo régimen. Nadie se ponía de acuerdo en aquella confusión hasta que Estanislao Figueras, barcelonés, primer presidente de la I República, se dirigió a sus colegas de gabinete gritando en catalán: “señores, ya no aguanto más. Voy a serles franco: estoy hasta los cojones de todos nosotros”.
Estaba tan harto don Estanislao que dejó discretamente en su despacho un papel renunciando a su cargo, se fue a pasear por el Retiro y, sin decir nada a nadie, se subió al primer tren en Atocha y no se bajó hasta llegar a París. Era el 11 de junio de 1873. Debe ser el primer presidente huido voluntariamente.
Estas imágenes históricas y literarias de aquellos agitados tiempos decimonónicos me llevan a dos consideraciones. La primera es que hay periodistas y medios que han pasado a mayores empresas, es decir, se han convertido en protagonistas de la historia, no para contarla, sino para dirigirla, gestionarla, bendecirla o dibujarla según sus particulares intereses o diseños preconcebidos de cualquier tipo.
Pueden derribar o entronizar a sus amigos, socios o simpatizantes. Pero no van a ganar. Un país en el que el periodismo manda sobre la política o los políticos es un tanto peligroso porque practican un poder sin responsabilidad. En inglés hay una palabra, accountability, que lo expresa muy plásticamente: dar cuenta con responsabilidad.
Siempre tienen la razón los medios a pesar de contradicciones y de apuñalar hoy a quienes hace unos meses defendían como la única salvación posible para la patria. Este periodismo mandón e intrigante se extiende sutilmente por la geografía mediática peninsular.
La otra consideración es que dadas las presiones sobre Rajoy, el primero en democracia que ha plantado cara a dos medios de comunicación poderosos, no termine como Figueras diciendo a los suyos que está hasta los mismos de todos ellos y se plante simbólicamente en Barajas tomando un vuelo sin billete de vuelta.
La inmunidad de un periodista es un tema complicado, aun más la de los corresponsales en el extranjero. Eugeni Xammar, en "seixanta anys d'anar pel món", explica de manera magistral la situación de los corresponsales en la Alemania nazi. Todos tenían una orden de expulsión. ¿Tenían los corresponsales más derecho a permanecer en Berlín que cualquier otro extranjero? Xammar dice que no y además dice que el derecho de un Estado a expulsar a los extranjeros es indiscutible, aunque este Estado sea fascista. Uff, hay mucho que decir sobre ello, pero la modestia de Xammar lo hace aun más grande. Un periodista, por muy grande que sea la libertad y el derecho de opinar, es un trabajador con los mismos derechos que cualquier otro. Qué lección!
Lo de Estanislao Figueras fue una huida en toda regla.
Un saludo,J.Vilá.
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Rajoy no llegará al congreso del PP, no es un fajador.
Lluís, el problema de los gallegos como Rajoy es que no sabes si van o si vienen.
Sr.Foix: Mariano Rajoy lo tiene muy, pero que muy complicado, por no decir imposible, como se descuide el día de su partida verá volver al Cid por la meseta castellana…