Un joven puede ser un genio, pero no puede ser grande. La grandeza sólo a la vejez se alcanza. Esta conclusión que Thomas Mann atribuye a Goethe en su Carlota en Weimar me sirve para comentar la figura de los sabios, ancianos, los que viven el presente con un futuro corto y un pasado muy grande del que arrancan experiencias que no tienen desperdicio.
Un sabio no ha de saber necesariamente muchas cosas. Pero las que sabe las coloca en su sitio, las pondera, es consciente que cuando uno espera el tiempo lo trae todo. He seguido con interés y emoción la figura de Luis Aragonés, el llamado sabio de Hortaleza, que con un chándal casi andrajoso ha conquistado el título de campeón de Europa para la selección española de fútbol.
Lo más llamativo de este sabio balompédico es que un grupo de jóvenes jugadores, ambiciosos y afamados, han establecido una sutil complicidad con su experiencia, su talante, su idea que para mandar con éxito no hay que imponer sino convencer. Aragonés ha convencido a un grupo de jóvenes campeones que podían ganar, que sólo cabía la victoria, que con el sentido común y con el esfuerzo se puede llegar muy lejos.
Una sociedad que respeta a los ancianos, a los sabios, que los aprovecha para que viertan su experiencia en las generaciones que suben, es una sociedad inteligente. Pasaría muchas horas escuchando a los sabios que acumulan experiencia y la relatan de forma gratuita a quien quiera escucharlos.
Hace unos días pasamos varias horas conversando con Jaime Arias y Carlos Sentís, dos colegas de este diario que considero sabios porque saben relacionar los trazos más relevantes de la existencia. Lo hago con frecuencia con Carlos Nadal y lo he hecho en muchas ocasiones con José Casán. Sabios todos. Cuánto he aprendido de las conversaciones con personas que se saben con un pie en el estribo pero que no renuncian a ofrecer gratuitamente su sabiduría.
Los sabios no son sectarios, lo comprenden todo, no gritan. Actúan desde sus respectivos torreones humanos con una generosidad que los más jóvenes no suelen exhibir.El sabio de Hortaleza ha sido valiente.Sabía que muchos querían su puesto, que no esperaban que llegara a triunfar a sus 70 años, que sucumbiría a las presiones de la prensa madrileña que le imponía a los Raúles, Gutis y Salgados.
Optó por el sentido común. Observó el panorama futbolístico hispano y escogió a los que consideró más aptos. Ocho de la selección se formaron en la cantera del Barça, un asturiano, un canario, un vasco, un andaluz, dos madrileños, Fernando Torres que juega en el Liverpool. Los jugadores le mantearon y el Rey no lo hizo porque no tenía manta.
Pero Aragonés no se detiene. Se va a Turquía, posiblemente porque se le consideró amortizado de antemano.
Aragones no es ningun sabio , es un desastre de tio lo que pasa es que tiene a Iniesta e Iniesta casi nunca pierde y me parece un poco feo compara a Carlos Nadal un sabio real con un entrenador de Futbol , un juego que me gusta mucho , pero nada más.
Sr Foix: Por algo se dice que sabe más el diablo por viejo que por diablo. Un saludo
Lluís, la experiencia es un grado y no se improvisa.
Es cierto lo que dice Bartolomé y que a muchos ejecutivos les molesta que haya personas en la empresa que sepan más que ellos, que no valoran la experiencia y la desprecian, he vivido esa situación personalmente y puedo dar fe de ello.
Un saludo,J.Vilá.
Sr. Foix: De nuevo felicidades por su artículo. El Sr. Bartolomé tiene razón, nuestra sociedad prefiere la energía y la ambición. Se tendría que ponderar con la experiencia, y buscar la combinación de ésta con el empuje de los jóvenes.
Sr.Foix: La sabiduria no se hereda como las riquezas, hay que alcanzarla a base de experiencia y conocimiento.
Una de las cosas que me confunde más es ver como en las grandes empresas los jóvenes ejecutivos prescinden de quienes por edad atesoran un gran nivel de conocimientos, ignorando que la experiencia es el mejor activo de cualquier empresa.