Memphis, Tennessee
He transitado toda la mañana por los estados de Arkansas y Mississippi, el profundo sur, en un día otoñal y transparente, dando vueltas de un lado a otro del gran río que baja silencioso y potente. Las barcazas fluyen en las dos direcciones, cargadas de materiales pesados y advirtiendo de su paso con bocinas marineras de vez en cuando.
Nada parece perturbar el lento paso del río y del tiempo. Como en los agitados días de la Guerra Civil y sin acordarse de los conflictos que en el último siglo han cambiado el curso de la historia americana. Recuerdo mi primer encuentro con el Mississippi en mi primer largo viaje a Estados Unidos en 1972. Navegamos con un barco de turbinas de agua desde Nueva Orleáns hasta Jackson, la capital del Estado.
He visto aquellas mismas plantaciones de hace casi cuarenta años, un poco más tristes, menos aristocráticas, pero todavía orgullosas de su pasado construido sobre la esclavitud. No sé cómo serán los Reds y los Escarlatas que suelen venir a Memphis a matar las horas y recordar un pasado que ya no existe. Hemos comentado con mi colega y amigo, Rafael Ramos, con quien cubrimos la campaña de Ronald Reagan y Walter Mondale en 1984, Miriam Josa también nos acompañaba, cómo los blancos sureños se emocionan con las baladas de amor de Dolly Parton, Kenny Rogers o Cristal Gayle.
La posibilidad cada vez más cierta de que Obama gane las elecciones no la suelen comentar abiertamente. Un blanco con el que converso un buen rato en un club exclusivo de Memphis me dice con cierta crispación contenida que el 90 por ciento de los negros lo van a votar. Será un voto étnico, me dice. Ya lo veremos porque éste es todavía un país blanco, apostilla.
Regreso a Memphis a media tarde a través de los puentes y las bifurcaciones de las autopistas que llegan a confundirte. Paso por Graceland para visitar la casa de Elvis Presley, un museo en el que se exhibe la vida del Rey del Rock, fallecido en 1976, a los 40 años, después de haber contribuido a una revolución musical que todavía perdura.
Las tumbas de Presley y sus padres yacen en el jardín con muchas flores y coronas. El recorrido es lento y ordenado. Cientos de visitantes han pasado esta mañana observando el gusto de aquel personaje que tenía tres televisiones en la sala de estar porque sabía que el presidente, en Washington, seguía los tres telediarios simultáneamente. Compró la casa a los 22 años y la convirtió en un centro familiar, de amigos, de gentes desconocidas que las había acogido con su conocida generosidad.
No pacen los mismos caballos en el jardín. Pero sigue habiendo caballos que andan despreocupados por el paso de tantos visitantes. Están los coches que utilizaba y también dos aviones de la época con los que transportaba su fama por todo el mundo.
La banda sonora de la historia de Estados Unidos son los “blues” y el “jazz”, dos melodías nacidas en las orillas del Mississippi. Hay que incorporar también el rock de Presley que suena en todos los rincones de Graceland y también en las ciudades sureñas.
Es una banda sonora que nació en estas tierras. La Beale Street, en Memphis, es la cuna de los “blues”, de la música “country” y de los cantos de Gospel. El hotel Peabody mantiene el señorío de otros tiempos y sus habitaciones se reservan con mucha antelación. Queda la posibilidad de tomar el té al caer la tarde. Es un mundo que nada tiene que ver con los debates de la televisión, con las encuestas, con los demócratas o republicanos. Es un universo testimonial.
Perdura en el tiempo por las bandas sonoras y también por la extraordinaria literatura alrededor del Mississippi que fue recreada por Marc Twin y por William Faulkner. También es el escenario cultivado por John Grisham, político demócrata retirado y prolífico escritor de gran éxito mundial.
Me quedaría más tiempo en estas tierras. Pero debo seguir mi camino hacia el norte para acabar en Washington el día de las elecciones. Me queda la duda de por qué estos estados sudistas que tradicionalmente votaban demócrata van a votar mayoritariamente republicano resistiéndose a la corriente que parece que va a entregar la presidencia a Obama.
La respuesta me la da el último premio Nobel de Economía, Paul Krugman, en su excelente libro «Después de Bush, el fin de los “neocons” y la hora de los demócratas» (Crítica) que sitúa el cambio de tendencia en el sur que había apoyado tradicionalmente el New Deal de Roosevelt. En este sentido, cuenta Krugman, resultaron proféticas las palabras que, con motivo de la aprobación de la Ley de Derechos Civiles en 1964, el presidente Johnson dirigió a su entonces asesor presidencial, el periodista Bill Moyers, que contaba a la sazón treinta años cumplidos: creo que acabamos de entregar el voto sureño a los republicanos por lo que nos queda de vida, a mí y a ti.
Así ha sido. Pero las corrientes de fondo políticas son lentas y a veces tectónicas. La causa de la hegemonía republicana en los estados del sur tiene un trasfondo racial. Los blancos son mayoría y no olvidan aquella ley que ya estaba contemplada en las disposiciones de Lincoln al terminar la Guerra Civil.
Pero la batalla se libra en los estados más poblados, en la costa del Este y del Oeste, en los núcleos industriales del norte y en Florida. Sería una ironía de la historia que el presidente norteamericano fuera negro, a pesar de la resistencia de muchos de los estados del sur.
El país vive pendiente de lo que decía hoy un comentarista radiofónico en la National Public Radio. Por primera vez en la historia la antropología habrá entrado en las urnas. ¿Qué hay que hacer?, le preguntaron. No se me ocurre otra cosa que los indecisos cierren los ojos y escuchen.
o prefiero que gane McCain, pero no por prejuicios, sino por juicio. Barack Hussein Obama es un farsante de tomo y lomo que representa a la quinta columna de los enemigos de Occidente y que por ende su política consistiría en subvertir los valores tradicionales que han llevado a esa gran nación que es USA a su hegemonía, que tan bien nos ha funcionado a los europeos, dicho sea de paso. McCain no me resulta especialmente atractivo, pero en la comparación con el impresentable de Obama, no hay color. Quien me ha sorprendido muy favorablemente es Sarah Pallin. Una mujer con lo que hay que tener, sin pelos en la lengua y dispuesta a repartir borra tanto entre los progres de enfrente como entre los derechosillos corruptos de su partido. Grande, Sarah Pallin.
Lluís, la banda sonora empieza a desafinar un poco: ¿No te parece?.
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Se está vendiendo la piel del oso antes de cazarlo, hay demasiado triunfalismo en las filas de Obama y se pueden llevar la sorpresa de su vida y no sería la primera vez que ocurre.
Sr.Foix: Navegué en su día por ese gran rio en uno de los lujosos casinos-hoteles flotantes, que tardan quince días en ir desde St. Paul, en Minnesota,a Nueva Orleans, en el sureño estado de Luisiana. Persiste hoy en día una obsesión por mitificar y preservar el pasado y los barcos son réplicas de aquellos que surcaron el rio en el siglo XIX. Me dijeron que el Mississippi,(Michi-Seppi),significaba"padre de las aguas"y era un hombre tumbado en la tierra, las fuentes su cabeza; los afluentes, sus brazos, el cuerpo el rio y las piernas su desembocadura. Mark Twain estaba presente en todos los cuadros que habían a bordo, supe que fue un piloto de uno de estos barcos, se llamaba realmente Samuel Clemens y que Twain es una medida de profundidad del rio. El ferrocarril acabó con todo ese esplendor, pero dio paso al romanticismo.