La historia se teje con los recuerdos y los olvidos del pasado. Se resalta lo que conviene al presente y se aparta lo que molesta. Es una fórmula común en todos los países y en todos los tiempos. No hay manos inocentes en la reconstrucción del pasado.
Los horrores que se entierran en el baúl del olvido no dejan de existir porque queden borrados por la historia oficial. Las tragedias más desgraciadas del siglo pasado siguen hablando aunque sea desde el silencio. Ahí están los horrores del Holocausto, los más de cien millones de muertos por las guerras en Europa, Camboya y la Revolución Cultural en China, las depuraciones masivas de Stalin, la guerra civil española, Ruanda, Darfur, los Balcanes…
Esas facetas más feas de nuestra historia colectiva son las que precisamente no habría que olvidar. Para no repetirlas en otros formatos o en otras circunstancias. La agitación política peninsular es un hecho al que nos hemos acostumbrado pero que recuerda otras situaciones precedentes.
Decía Vicens Vives que la Restauración, que se prolongó desde 1875 hasta la dictadura de Primo de Rivera en 1923, fue esencialmente un acto de fe en la convivencia hispánica. Falló la política y la convivencia entre aquellas dos Españas que a Machado le helaban el corazón.
También la Constitución de 1978, después de la guerra civil y la dictadura, fue un intento de recuperar la convivencia en las tierras peninsulares que ha tenido consecuencias muy positivas. El Estado autonómico ha hecho posible una descentralización política y administrativa que era desconocida desde la España de los Austrias y que ha protagonizado el más largo periodo de libertades y progreso que recuerdan los tiempos.
Cualquier elección autonómica o general viene siendo precedida por confrontaciones, por un frentismo que hace irreconciliables las posiciones de las dos Españas que no hacen vacaciones para desautorizar, a veces desligitimar, el poder ejercido democráticamente por el adversario.
No se sabe ganar ni tampoco perder. Este frentismo se agudizará en el País Vasco en las próximas semanas y se reproducirá en toda España hasta las elecciones generales. No pasa nada si no se rompe la convivencia que en estos tiempos de crisis puede ser más quebradiza.
Son interesantes las reflexiones de Gil Robles, el principal protagonista político de la derecha durante la República, escritas con tristeza desde el exilio: “la convivencia llegó a revelarse como algo imposible. Las diferencias políticas fueron transformándose en auténticas hostilidades y cuando ocuparon el poder quienes propugnaban una política de revancha, España se convirtió en un teatro de violencias y de atropellos, abocado fatalmente a la guerra civil”.
Preferiría ahorrarme una reposición de aquellos hechos aunque fueran con caras nuevas y nuevas tácticas.
Recomiendo la lectura del libro de Historia del siglo XX. Eric Hobsbawn,no defiendo las tesis económicas marxistas en su totalidad(nos indican que una clave de la situación actual sean sus explicaciones sobre la caída a largo plazo de la tasa de beneficio y en la incapacidad de recuperación de la misma, lo que está en el origen principal de la disminución de la acumulación de capital)no defiendo ninguna teoría del siglo pasado son solo una guia.Este libro es muy interesante en sus explicaciones sociales. por si no queremos cometer los mismos errores.
El día que se enteren que el año 2009 es el Año clave del siglo XXI,que deben actuar como estadistas y no como corto placistas, quizás vean la brújula.
Los políticos son los primeros que deben dar ejemplo, hay momentos que es normal la demagogia, las luchas entre políticos,incluso las intestinas, las estrategias victimistas, la dialéctica, la retorica, pero en momentos de crisis no se puede fomentar el frentismo, se deben de fomentar los pactos.Si un velero en una tormenta todos se ponen a remar hay solución, si se ponen a discutir como debería ser el motor del velero, vamos mal.
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Aquí la convivencia se resume a tirarnos piedras los unos contra los otros, el que gana nunca reconoce que ha tirado una piedra en su vida y el que pierde es el malo, lo de siempre.
Sr.Foix: Sucede que muchos gobernantes y políticos se acaban creyendo que el cargo es vitalicio y las prebendas eternas, confunden obstentar un cargo con tener una posición, acaban confundiendo la parte con el todo y creen que hasta el mundo gira gracias a ellos. El síndrome de abstinencia de poder, de abuso de poder, de exceso de poder, carece de medicación alternativa, sólo una buena educación civica y política consigue superar una derrota electoral y por lo que vemos no hemos pasado de la pubertad democrática todavía.