Siempre es interesante leer las predicciones que The Economist hace para el año siguiente. Desde que tengo recuerdo, leo el análisis global que hace el semanario, probablemente el mejor y más documentado del mundo, sobre lo que pasará en los próximos doce meses. He repasado los ejemplares de los últimos años y ha cometido grandes errores, se ha olvidado lógicamente de lo inesperado, pero ha acertado en las corrientes de fondo que circulan por el mundo y en los hechos incuestionables.
Dedica a España unas quince líneas de las que extraigo el siguiente párrafo: “la confianza del consumidor seguirá frágil y el mercado de pisos, aunque se estabilice, permanecerá débil. El crecimiento no regresará lo más pronto hasta finales de año y el paro y el déficit presupuestario seguirán aumentando”.
La verdad es que no es un vaticinio profético sino que responde bastante a lo que muchos pensamos. Añade un punto a observar sobre si los “acalorados madrileños podrán llegar con el AVE a Alicante para alcanzar las playas levantinas cuando se inaugure el Tren de Alta Velocidad”. Resalta la debilidad de Zapatero en un Congreso en el que le faltan siete escaños para tener mayoría y su dependencia del apoyo “informal de los partidos regionales”.
El diagnóstico podría ser más exhaustivo pero no más claro. La fragilidad se ha instalado en el presente y puede prolongarse hasta la convocatoria de nuevas elecciones, previstas para 2012. Las predicciones, en todo caso, no son halagüeñas para el año que se avecina. Aumentarán el paro y el déficit presupuestario, dos coordenadas que pueden dejar en apuros a un gobierno que inició su segunda legislatura con declaraciones altisonantes sobre la solidez de nuestra economía, nuestro sistema bancario, nuestras posibilidades de alcanzar a Francia después de haber superado a Italia.
Es cierto que la oposición del Partido Popular vive envuelta en una inestabilidad que quiere detener a base de códigos de conducta a la vista de los escándalos que se encuentran en los juzgados. Pero a pesar de ello, las encuestas le dan una ventaja notable en el caso de que las elecciones se celebraran hoy.
La sociedad española ha demostrado su madurez a lo largo de los últimos treinta años inclinándose siempre por la opción objetivamente más conveniente en cada cita electoral. La gente, afortunadamente, tiene un criterio que no depende de los medios de comunicación ni de la retórica de los políticos de turno.
El presidente Zapatero se ha inclinado por la retórica y por audaces medidas y leyes sociales que no forman parte de las prioridades de los ciudadanos. La modificación de la ley del aborto no constaba siquiera en la campaña electoral. “La tierra no pertenece a nadie. Sólo al viento”, palabras huecas de Zapatero que todavía resuenan en la capital de Dinamarca.