Los 20 de enero suelen ser radiantes, fríos y cambiantes en Washington. Hace un año, el mundo contemplaba con entusiasmo la toma de posesión de Barack Obama en la ceremonia inaugural de la presidencia protagonizada por el primer negro que accedía a la Casa Blanca.
Hace medio siglo, el presidente Kennedy tomaba el relevo al general Eisenhower, ambos tocados con sombrero de copa, y colocaba por primera vez a un católico al frente de Estados Unidos. Hace treinta años, Ronald Reagan desplazaba al efímero Jimmy Carter abriendo la revolución conservadora mientras llegaban las noticias de la liberación de los rehenes que durante 444 días habían permanecido secuestrados por el régimen islámico de Teherán.
Este 20 de enero no se ha celebrado en el Mall de la capital norteamericana sino en el estado de Massachussetts, feudo histórico de los demócratas, donde un candidato republicano se alzaba con la victoria para cubrir el escaño que el mítico senador Ted Kennedy había dejado vacante con su muerte.
Los demócratas han perdido la mayoría en el Senado. La reforma sanitaria que pretende cubrir la atención médica de todos los norteamericanos puede recibir una estocada definitiva cuando el proyecto llegue al Senado después de haber sido mutilado en la Cámara de Representates. Es un revés para Obama y para la reforma más emblemática que pretendía introducir. Los intereses de la industria farmacéutica han sido decisivos para la victoria republicana en Massachussetts, así como la influencia de los medios conservadores que no han aceptado la victoria de Obama. El mensaje republicano se ha centrado en que la reforma de la sanidad costaría 300.000 millones de dólares y que la subida de impuestos sería imprescindible. La popularidad del presidente ha bajado más de veinte puntos y sólo roza el 50 por ciento.
Lo más extraordinario de la política americana es el juicio severo a que son sometidos los gobernantes a los que se aprueba más por lo que hacen que por lo que dicen. Obama no es una excepción. La reforma sanitaria ha sido el pretexto que ha roto el idealismo de Obama al proponer algo que es común en todos los países europeos y que algún día algún presidente tendrá que conseguir para que ningún ciudadano se quede sin cobertura médica pública.
Otros dos factores han influido también en el descenso de popularidad de Obama que recibió la herencia de la gran crisis económica, dos guerras abiertas, Guantánamo y la pobre credibilidad en el mundo de Estados Unidos como consecuencia de sus aventuras militares en Oriente Medio. El paro sigue en el 10 por ciento y la guerra en Afganistán se está perdiendo mientras que la retirada de Iraq significa también una derrota. Obama tiene tres años para recuperarse.