El presidente Zapatero se recogerá hoy en oración en un almuerzo en un hotel de Washington y podrá saludar al presidente Obama que también asistirá a este encuentro que reune anualmente a cientos de personas. Habría sido una descortesía que Zapatero hubiera rechazado la invitación a la plegaria del Desayuno Nacional de la Oración que es un acto de carácter religioso pero con repercusiones políticas que no se le escapan a nadie.
Es irrelevante qué pasaje bíblico escogerá el presidente español para leerlo ante un público tan poderoso como heterogéneo. Tampoco importa si Zapatero pedirá algo al Altísimo. Lo que seguramente pasará por su cabeza es por qué su nuevo encuentro con Obama se produce en estas insospechadas circunstancias, después de que la Casa Blanca haya suspendido el viaje presidencial a la cumbre europea del mes de mayo.
También puede rumiar Zapatero sobre las últimas cifras de paro en España que han superado los cuatro millones de personas sin trabajo. Pasarán por su mente los informes de las instituciones internacionales que sitúan a España en los últimos puestos de la recuperación económica de los países ricos. Seguramente reflexionará también sobre la advertencia de los sindicatos españoles que han sacado el fantasma de la huelga general si el gobierno sigue adelante con su propósito de prolongar la edad de jubilación hasta los 67 años. Felipe González ya lo experimentó el 14 de diciembre de 1988.
Qué ingratitud, podrá pensar, la de los sindicatos a los que ha protegido especialmente para garantizar la paz social rechazando realizar las necesarias reformas estructurales. A lo mejor recuerda aquella célebre sentencia de Churchill al acusar al primer ministro Chamberlain, que fue a pactar con Hitler en Munich el año 1938, y que decía: “habéis sacrificado el honor por tratar de evitar la guerra, pero terminaréis teniendo guerra y deshonor”. Puede tener una huelga general y no haber realizado las reformas laborales para salir más rápido de la crisis que está reventando las hechuras de la economía española.
Pero su gran frustración puede ser que la presidencia rotatoria española no ha conseguido atraer la atención de Obama para que acudiera a la cumbre prevista en el mes de mayo. Quizás Zapatero no ha sabido leer con atención el articulado del Tratado de Lisboa que establece que la presidencia de la Unión Europea está en manos de Herman van Rompuy y que la política exterior debe ser gestionada por la baronesa Ashton.
Estamos en periodo de adaptación del Tratado de Lisboa y Obama habrá visto que Europa todavía no tiene teléfono fijo a quien llamar. La presidencia de la UE está en Bruselas y las fotos oficiales de las cumbres son virtuales. Zapatero no tiene por qué rezar pero sí tiene que estar preocupado.