He leído con interés la entrevista épica que Laporta concede a un diario madrileño que se apresura a editorializar que no comparte prácticamente nada de lo que dice el ‘president’ del Barça. Dos extensas páginas de declaraciones con grandes titulares en busca del millón de catalanes que buscan un Estado propio.
Ya era hora que Laporta se pusiera el sombrero de la política a hombros de un Barça que lo ha ganado todo. Desde Gamper a Laporta hay un erial de más de cien años de mediocridad. Habla de la lucha más romántica que puede librar un pueblo que todavía tiene un sueño. Sigo la entrevista hasta el punto final y no encuentro ni una sola cita de Pep Guardiola que es el auténtico revolucionario de este Barça que marca las notas de la sinfonía universal del fútbol moderno.
Todo lo ha hecho Laporta, el líder, el redentor, el mesías, el salvador de la patria desde un equipo de fútbol. Berlusconi se queda corto ante las ambiciones de este personaje histriónico que la última vez que pasó por las urnas plebiscitarias recibió un castigo del 60,6 por ciento de socios.
Laporta es libre de entrar en la arena política. Pero es de dudosa elegancia y de poco pedigrí democrático el hecho que haya usurpado los sentimientos de cientos de miles de barcelonistas para ponerlos al servicio de una causa política personal.
Veo incompatible que siga siendo presidente del Barça y se postule paralelamente como candidato a presidir la Generalitat de Catalunya. Extraño. Afirmo que el barcelonismo vive días gloriosos. El guardiolismo está en lo más alto. Pero el laportismo es la antesala del populismo. No se puede ser más pretencioso.
Articulo publicado en El Mundo Deportivo el 5 de enero