Muchas crisis de la historia se han enderezado con discursos claros y valientes admitiendo la gravedad de la situación. La palabra de Ulises convenció a Agamenón de que la fuerza no era suficiente para conquistar Troya y tras un largo discurso sobre las miserias de la guerra propone actuar con astucia y acabar con los hijos de Príamo introduciendo un caballo de madera, con el vientre repleto de soldados que en una noche destrozan al enemigo en su propia fortaleza.
De Gaulle se dirigió a los franceses a través de la BBC el 18 de junio de 1940 en un discurso que se estudia todavía en las escuelas de Francia. Habló de la ignominiosa rendición del régimen de Vichy al avasallamiento de Hitler. Nacía la Francia libre con un discurso que pedía a sus paisanos sumarse a la resistencia.
Churchill convenció a los británicos que no se rendirían a los bombardeos nazis prometiéndoles que sólo con sangre sudor y lágrimas podrían vencer a lo que calificó como la encarnación del mal. Habló, fue sincero y los ingleses le siguieron en aquellas horas sublimes.
No es peor la actual situación que la que vivía el país en 1977. Fue el discurso de Enrique Fuentes Quintana en vísperas de los Pactos de la Moncloa el que marcó el punto de inflexión para salir del caos que tenía confundido al gobierno Suárez. El profesor Fuentes reconoció la cruda realidad y solicitó el apoyo de todos para salir adelante prometiendo a la ciudadanía explicar con transparencia la verdad de la situación.
Este discurso realista brilla por su ausencia en los largos titubeos del presidente Zapatero que actúa en solitario, sin los colaboradores adecuados, dando bandazos con medidas de urgencia que con frecuencia han sido contradictorias.
No sé si Zapatero está todavía a tiempo. Pero si quiere salvar la situación y su pellejo político sería urgente que se dirigiera a todo el país, nos hablara de la magnitud de la crisis, reconociera sus errores y ofreciera medidas para empezar a salir del hoyo, tras un debate serio y civilizado en el Parlamento.
Si quiere contentar a todos, vale más que no hable. Si piensa en clave electoral, tampoco. Él es el presidente y no saldremos del miedo si no se implican también el resto de partidos y sindicatos. Hace falta transparencia, generosidad y valentía. No valen las trampas. Las urnas ya dirán lo suyo en su momento.