Van pasando las semanas y los meses sin noticias sobre el desenlace del secuestro de tres cooperantes catalanes apresados en Mauritania. Los familiares viven angustiados, el gobierno actúa con la discreción y eficacia que se le supone, Argelia, Mauritania y Mali han entrado en tensiones diplomáticas por la liberación de terroristas para obtener la libertad de un ciudadano francés secuestrado.
Nos llegan informaciones confusas, segmentadas y parciales atribuidas a la rama magrebí de Al Qaeda. A estas alturas no sabemos si los tres compatriotas secuestrados se encuentran en Mali o Mauritania. Un video de hace semanas nos mostró a uno de los expedicionarios herido, luego se nos informó que los secuestradores exigían unos cuatro millones de euros para liberar a los rehenes y, por último, se nos comunica la exigencia de poner en libertad a varios miembros de la organización terrorista encarcelados en Mauritania a cambio de entregar a los secuestrados. Las familias, el gobierno y las organizaciones solidarias viven pendientes de la información que suministra Internet desde lugares desconocidos.
Es un síntoma inquietante de cómo se van a gestionar muchos conflictos en la era globalizada. Las guerras ya no se libran sólo en las trincheras, entre ejércitos o entre estados. Serán guerras en las que la información tendrá un papel crucial para divulgar amenazas, ideas, exigencias, verdades y mentiras. Jacques Delors tiene escrito que la información será el petróleo del siglo XXI. Lo que no calculaba el ex presidente de la Comisión Europea es cómo la precaria calidad de la información puede conducir a confusiones locales, nacionales y globales. No hay que descartar la paradoja de que en una sociedad hiperinformada se entre en una deriva caótica al ocultarse aspectos fundamentales que permanecen opacos.
Quien no lo sabe todo, no sabe nada, solía decir el cardenal Jubany. En estos tiempos de información socializada hay que exigir rigor, veracidad y contraste en un ámbito de libertad. Hay que desbrozar el grano de la paja. El hecho de que Al Qaeda, o quien sea, pueda confundirnos a todos jugando con la vida de personas inocentes desde lugares desconocidos y sirviéndose de la red que Occidente ha puesto al alcance de todo el mundo, es un indicio muy peligroso sobre cómo serán los conflictos del futuro