La tensión de las relaciones entre Israel y Estados Unidos es perjudicial para los dos países y también para el proceso de paz que pasa inevitablemente por la creación de dos estados que puedan vivir en pacífica y tolerante vecindad a pesar de todo lo que ha ocurrido en los últimos cuarenta años entre israelíes y palestinos.
La paz llega después de una derrota, de un armisticio o de la voluntad de las partes en enterrar las diferencias que llevaron al enfrentamiento a lo largo del tiempo. No hay derrota ni armisticio. Hay un deseo de la población israelí y palestina de no vivir endémicamente en un estado de guerra.
Aquella fulgurante victoria en la Guerra de los Seis Días de junio de 1967, con un Egipto humillado, Siria derrotada y desposeida de los Altos de Golán, la ocupación de Gaza y Cisjordania, la conquista de toda la península del Sinaí, fue una proeza militar. Moshe Dayan se subió a lo alto del Templo de Jerusalén, izó la bandera de David y dijo que nunca más volvería a arriarse.
Los israelíes sorprendieron a varios cientos de miles de palestinos que se encontraban en los territorios ocupados y no les dieron una salida política ni social. Los palestinos han crecido demográficamente hasta el punto que pueden ser tan numerosos como los hebreos en un futuro no lejano.
Israel ha ido cediendo territorios en los últimos cuarenta años. Hizo una frágil paz con Egipto en los tiempos de Anuar el Sadat, practica una política de buena vecindad con Jordania, ha invadido en varias ocasiones zonas del sur de Líbano desde donde se disparaba contra israelíes de Galilea, ha aguantado las intifadas palestinas y ha admitido la necesidad de la creación de dos estados.
La alianza con Estados Unidos ha sido crucial para desafiar los insultos como los del actual presidente de Irán que quiere borrar del mapa a Israel o las proclamas de Arafat que decía que los quería arrojar todos al mar. Israel tiene derecho a defenfenderse. Pero si quiere seguir gozando de la alianza norteamericana no puede actuar como ha hecho el primer ministro Netanyahu que anunció la construcción de mil seiscientas viviendas en el Este de de Jerusalén, un día antes de que llegara a Israel el vicepresidente Biden.
La reacción de Obama y de la secretaria de Estado Hillary Clinton han sido rotundas hasta el punto de situar l,as relaciones entre los dos países en el punto más bajo de los últimos años.
Jerusalén no es una ciudad cualquiera. Para los judíos su capitalidad es innegociable. Para los palestinos, en lo que se refiere a su parte oriental, también. Netanyahu dijo que había sido un error hacer público el plan. Pero no renunció a más asentamientos. Mientras no se encuentre un acuerdo en Jerusalén no habrá paz. Quizás después tampoco. Pero si se quiere avanzar hay que pactar la situación jurídica y política del futuro de Jerusalén.
Palestinos y Judios volverán a ir a la guerra, esta historia no tiene final.
Sr Foix: Demasiados odios para encontrar la concordia, veo muy difícil llegar a una solución.
Sr.Foix: La derrota sufrida durante la guerra de los seis días fue tan humillante que se requerirán muchos años para curar las heridas por parte de los vencidos, la tolerancia israelita después de esa guerra siempre ha sido vista como una forma de prepotencia y nunca como un puente hacia el entendimiento.