El general De Gaulle decía que Francia la habían hecho más de 40 reyes y muchos siglos por el medio. Se le ocurrió ironizar una vez diciendo que era imposible gobernar un país que tiene más de 200 variedades de quesos. Me ha venido esta referencia gaullista al contemplar la variedad de vinos de calidad que se producen en un país que hace medio siglo sólo era capaz de llenar garrafas de tintos para arrieros. Había la excepción del cava, naturalmente, y algún blanco del Penedés. Lo demás era un simple vin de table con tapón de plástico.
Muchos vinos de calidad se van a elaborar de la vendimia de estos días. Una de las notas para medir el progreso de estos últimos treinta años es la cantidad de vinos respetables que se embotellan en bodegas pequeñas o grandes. Otra cosa es cómo se conquistan nuevos mercados.
Este prólogo es para hablarles de la madurez otoñal que se detecta en los olores eternos de los frutos, de la tierra, de los árboles, de todo lo que de muy diversas maneras se ha preparado para ser recogido o para perderse en el inexorable ciclo vegetal que nació con la primavera.
Flota en todos los espacios vinícolas un olor a mosto inconfundible. Se desprende de los caminos vecinales, de las carreterras locales salpicadas de fangosos parches efímeros, de las prensas que engullen los racimos mientras separan el orujo de los caldos sin fermentar. Es un perfume festivo, ambiental, que empieza en las propias viñas que exigen ser despojadas de las uvas antes de que la podredumbre se adueñe de los racimos.
Huelen los sarmientos. Es un olor ácido, rabioso, subido. Huelen las pampas todavía verdes que emprenderán muy pronto un fantástico viaje cromático hasta quedar muertas, secas, a merced de vientos y humedades que las mezclarán con las hierbas otoñales y quedarán sepultadas por las intermperies del invierno.
Huele también la uva, la buena uva, madura y repleta, que no puede aguantar ni un día más colgada de las cepas. Es difícil resistir a la tentación de picotear aquí y allá, emborracharse de granos vírgenes, mientras las manos van adquiriendo una pegajosidad que lo contamina todo. Dicen los expertos que uno de los mejores remedios para conseguir la suavidad de la piel es lavarse con agua limpia después de una jornada vendimiando. Me sorprende que los traficantes de la estética no hayan redescubierto esta antigua y extraordinaria cura de finura facial.
Un campo vendimiado queda silencioso, triste, dispuesto a sumirse en una transformación rápida y definitiva. La caída de las hojas, antes o después de que pase un rebaño que devore todo signo de vida, es el comienzo de una larga dormición que solo despertará cuando los primeros brotes de los futuros sarmientos vuelvan a asomar tímidamente en el mes de abril.
La uva, la buena uva, es la que durante dos semanas queda pegada a los sarmientos. Son racimos pequeñísimos que no habían madurado al vendimiar. Cinco o seis granos que van engordándose, se redondean, adquieren un color rosáceo y son codiciados por los sibaritas de la buena uva. Les invito a que vivan esta experiencia sublime. No creo que los viñadores se lo impidan. La dulzura de estos residuos aparentes de la viña es exquisita, remarcable, pura miel de mosto.
Artículo publicado en La Vanguardia.es el 6 de octubre de 2010
Apreciado don Lluis: que gusto leer, una vez más su hermosa prosa poética, su descripción, evoca colores, olores, un ambiente muy querido y especial. Curiosamente, le leo a las 2:50 de la madrugada, como llequé ayer a la tarde muy adolorida, cené y me acosté a las 8 y 30 de la tarde, me desperté hace dos horas y me puse a leer, a escribir y entré en esta página suya, deleitándome con la ingesta de unas maravillosas uvas, al lado mi tazón de café de Colombia con buena leche, leerle, en medio de la belleza que me rodea, en el silecio sacrosanto de la noche, mientras parece que Madrid y Barcelona duermen, aumenta mi enorme placer de leer su escrito.
Sr. Foix, ¡ Que lejos estamos de la naturaleza en la ciudad ? Las personas del campo son más sosegadas. Se aprecia incluso en el tono de voz al hablar. ¡ Incluso parecen más humanos !
Sr.Foix: Es de agradecer escuchar a un experto en uva, en buena uva, en un país lleno de mala uva a raudales su artículo es un soplo de aire fresco; la verdad es que de uvas entiendo lo mínimo, a lo sumo aquello que le dijo una uva verde a una morada…¡¡respira, respira!!…
Genial, como siempre, cuando nos habla del campo.Sean viñedos o trigales, es como un alto en el tortuoso camino que nos está tocando y nos hace sentir el aire fresco y limpio. Bartolomé, me he reido con ganas! será una tontería pero…que bueno!!
Africa, si te has reido, debe ser el vino…
No, es que soy de risa( y llanto) fácil!!Saludos.