¿Me interesa saber si China y Estados Unidos están de acuerdo en la reunificación de Corea con el objetivo de enviar al baúl de la historia la dictadura de los perversos y enigmáticos Qim? ¿Tiene interés lo que tramaban los últimos cuatro embajadores norteamericanos en Madrid para que se archivaran los casos del periodista Couso muerto en Bagdad o el trato secreto para que España se hiciera cargo de presos de Guantánamo? ¿O que la Secretaría de Estado indagara sobre la salud física y mental de la presidenta de Argentina?
Todas estas cuestiones son del interés general. También que el duque de York exhibiera su desprecio por el sistema judicial británico o que el rey saudí recomendara la destrucción del incipiente arsenal nuclear de Irán. Son temas de gran relevancia informativa pero dormían en los archivos secretos custodiados por la administración norteamericana. Eran hechos que todavía hoy son objeto de la curiosidad universal.
Son noticias que, como dice el New York Times en su histórica cabecera, are fit to print, merecen ser impresos. Es curioso que la cabecera neoyorquina los haya publicado por la generosidad del periodismo tecnológico suministrado por la web Wikileaks que los ha entregado a cinco diarios de prestigio del mundo occidental. No han salido del trabajo de periodistas de investigación sino de las muchas horas de hurgar en los vientres de los ordenadores del Pentágono, del Departamento de Estado y su servicio diplomático extendido por todo el planeta.
Julian Assange es el propietario de Wikileaks. Nació en Australia y se formó en Harvard invirtiendo cientos de horas «enchufado» delante de un ordenador hasta llegar a las entrañas del estado más poderoso del mundo. Se supone que vive en Suecia y ha vagado por Londres y otras ciudades europeas. Su seguridad está en peligro porque tiene en su poder los secretos inconfesables que están desnudando al Estado Mayor de Washington. Anuncia que pronto revelará secretos que afectan a una gran institución financiera de Wall Street.
Las revelaciones de Wikileaks afectan a la seguridad nacional de muchos estados pero también trastornan el ejercicio del periodismo tal y como lo hemos entendido hasta ahora. La primera reflexión que se me ocurre es que si el Pentágono puede ser destripado informativamente, ¿qué nos puede ocurrir a los cientos de millones de humanos que pasamos horas pegados al ordenador?
El periodismo tecnológico ha penetrado en la masa crítica informativa mundial sin respetar fronteras, estados, ideologías o sistemas políticos. Las redes sociales nos retratan y nos delatan sin que sepamos quién está controlando la gran maquinaria de la masa crítica informativa y de opinión del mundo. El clásico binomio entre derecha e izquierda se está sustituyendo sutilmente por el del poder y los medios y el de los sistemas democráticos por el del poder de máquinas que no piensan ni relacionan ni valoran sino que se limitan a transcribir la privacidad que es pasto de la curiosidad global.
El Gran Hermano orwelliano se pasea impune por el mundo descifrando la intimidad de gobiernos y de particulares. No sólo de los supuestos enemigos o adversarios sino también de los que han puesto en funcionamiento las redes sociales. Es el periodismo espectáculo que se ha movido a sus anchas en la prensa popular de Londres, Berlín o París. La novedad es que ahora no es el periodismo quien suministra los hechos sino la tecnología cada vez más sofisticada y más elaborada la que exhibe hechos que son incontestables.
Esta nueva situación entre la realidad, los medios y la política no sé analizarla porque no adivino el alcance que va a tener. Es bueno saber lo qué ocurre o ha ocurrido. Pero si la privacidad de un Estado, que es quien tiene el monopolio de la violencia, es violable desde un ordenador cualquiera, ¿dónde se va a trazar la frontera entre la libertad de información y el derecho a mantener la intimidad? No tengo una respuesta.
Lo que sí me atrevo a afirmar es que estamos pasando por un proceso de transformación revolucionaria que en nombre de la transparencia nos puede exponer a la astucia tecnológica de alguien del que nada sabemos. El periodismo ha cambiado al igual que la política, la diplomacia y las relaciones entre los estados. La transparencia política me parece muy saludable. Pero si alguien sabe de todos los movimientos que ejecutamos delante de la pantalla, ya no me gusta tanto.
Cuestión en suspenso a la espera del movimiento de ficha chino en esta complicada partida de ajedrez…
Marcial Herrero de Zabaleta
Marcial Zabaleta
El presidente anuncia que el Consejo de Ministros aprobará este viernes una rebaja fiscal en el impuesto de sociedades, la eliminación de la ayuda de los 426 euros para parados sin prestación. El Gobierno prevé ingresar 14.000 millones con las privatizaciones
Que no nos lien más, que todo esto huele a manipulación que tira de espaldas, desde cuándo los americanos van a dejar que un soplagaitas vaya soltando papeles que a ellos les pueden dañar, esto suena a un mal guión de 007.
Wikileads o como se llame el invento, lo veo como una maniobra de distracción masiva, no he leido nada que no supiera o intuyera, nada nuevo bajo el sol, pero todo publicitado al por mayor, da que pensar.
Sr. Foix, te tota la rao. Com tambe la tenen Ramón i Brian.
De todas maneras no hay información de tipo » Top Secret «, en estos documentos. Al menos es lo que algunos dicen por ahí.
La información a traves de internet, de hecho, está al alcance de muchos estados e informáticos preparados. Lo que ocurre es que aún no lo habíamos pensado bién. Pero es la realidad.
Supongo que el mayor peligro estriba más, en si lo usa una Dictadura. O por el contrario se trata de una Democracia.
Castells analizó el fenómeno Wikileaks. “Quizá puede haber sospechas sobre su origen”, dijo, “pero es evidente que hay buena gente en el mundo, soldados americanos, agentes de inteligencia británicos que tienen información que les quema en las manos, porque en nombre de unos ideales en los que todavía creen se está matando y torturando y ellos son los que están haciendo las filtraciones”, explicó.
“Internet ha roto la ocultación de nuestra miserias, y en lugar de matar al mensajero, habrá que acabar con las miserias”, finalizó.
http://es.citilab.eu/actualidad/noticias/“internet-revela-quiénes-somos-y-eso-al-poder-no-le-gusta”
Sr.Foix: Wikileaks sin Internet no existiría, hasta ahora esas y otras muchas noticias eran compradas y guardadas en un cajón para que no vieran la luz, en nuestro país hemos tenido ejemplos, noticias guardadas que después han servido para comprar favores varios. Pero lo que no me acaba de cuadrar es que sea una sóla persona la que mueve los hilos de Wikileaks, tengo la sensación que todo esto tiene otro significado.
Bartolomé, nos están vendiendo una moto de mucho cuidado con todo esto.
Bueno el tema es claro no nos podemos fiar de los que gobiernan. Son mala gente y luego hay un pirata forrandose pero una cosa no quita la otra.
Este pirata está a sueldo, fijo.
El unico problema quien decide al final que es publicable o no segun afecte a la seguridad nacional
Todo lo que refleja es lo que nos suponiamos, lo que pasa es que antes nos enterabamos por los libros de historia unos 30 años despues, ahora nos enteramos antes y pude implicar que «alguien» deba asumir responsabildades
Hay que ir con cautela, no esta el patio para muchos fuegos artificiales
Hubo un tiempo en que el bien y el mal estaban codificados: el positivismo ilustrado nos suministraba las verdades científicas y las reglas éticas. Entre ellas, aquella que nos dice que «el fin no justifica los medios». Hoy he oído a un entrañable filósofo mediático -Josep Maria Terricabra- poner en cuestión este aserto fundamental: ¿Porqué debería ser más respetable la intromisión de la CIA en mi vida privada que la de un hacker en los secretos de la CIA? se preguntaba. Alguien le ha contestado que la CIA depende de un gobierno democrático y el hacker no. Es un argumento razonable, pero sabemos que la cosa es mas compleja y tiene muchas derivadas. Lo dejo aquí.
Terricabra se ha pasado esta mañana con la comparación, el dilema de cortar las piernas para salvar una vida ya estaba resuelto en tiempos de Hipócrates.