Se está bombardeando Libia, en Egipto se celebró un referéndum el domingo, en Yemen algunos generales se han pasado a la protesta contra un gobierno que ha sido cesado en su totalidad. En Siria se ha quemado el Palacio de Justicia, tropas saudíes han acudido en ayuda del sultán de Bahréin que ha destruido el monumento de la Plaza de la Perla donde se concentraban los manifestantes y, por si fuera poco, el príncipe de Qatar se une militarmente a la coalición que ataca a Gaddafi con la autorización de una resolución de las Naciones Unidas.
Hay que ir por partes para intentar entender las revueltas que han puesto en una posición fragilísima a prácticamente todos los regímenes autoritarios de Oriente Medio. No todos los pueblos se están comportando por igual respecto a sus dictadores ni todos los dictadores acaban aceptando la presión masiva en las calles. Ni Yemen es Egipto ni Libia es Siria, como no se puede comparar lo que ocurre políticamente en Alemania, Francia, Dinamarca o Gran Bretaña.
Si el hilo conductor en Europa es la libertad y el derecho, en los pueblos árabes y musulmanes las gentes salen a la calle para ser libres sin que sepan muy bien cómo se puede articular un estado de derecho que han desconocido hasta ahora. Cada país es distinto pero muy parecidas son las causas que han llevado a un enfrentamiento entre gobernantes y gobernados hasta el punto de dos regímenes han caído hasta ahora y otros están en la lista de espera para pasar a la historia.
No es previsible cómo será el nuevo orden en el mundo musulmán donde, hasta ahora, las protestas no van contra Estados Unidos ni Israel ni tampoco van acompañadas con máximas religiosas o con El Corán en la mano.
Haría muy bien Occidente en establecer mínimos de intervención militar, una vez el coronel Gaddafi sea ya una triste larga página de la relativamente breve historia de la Libia moderna. Una vez puesta en marcha una guerra, los contendientes utilizan inevitablemente las armas de que disponen en cada momento. Gaddafi lo va a hacer, pero las fuerzas aliadas tienen que limitarse escrupulosamente a lo que consta en la resolución 1973 de la ONU, que pide frenar a un dictador para que se enfrente militarmente contra su pueblo. Luego habrá que seguir las distintas y diferentes evoluciones en cada país.
Publicado en La Vanguardia el 22-3-2011
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Sr.Foix : Opino que la suma del conjunto de fuerzas militares que intervienen en el control aereo y maritimo del espacio conflictivo de Libia, constituyen una fuerza muy potente y efectiva. Tanto por el aire como por el mar. Pero que a nivel terrestre sería aún debil y fragil. Seguramente por esto hay muchas dudas.
De todas maneras las dudas sobre quién ostente el mando estrategico definitivo, va a ser vital para el éxito ó fracaso y ridiculo de la operación.
Solo es una opinión.
El ridiculo esta cantado.
Es lógico que las gentes que salen a la calle de los pueblos árabes y musulmanes no sepan muy bien cómo se puede articular un estado de derecho, pero sí sería exigible, a los gobiernos que comandan la coalición encargada de aplicar la resolución 1973, que, de cara al exterior como mínimo, exhibieses unidad de criterio y coordinación en el mando. Parece que los EE.UU. quieren dejar de aparecer como los líderes de la acción, pero no encuentran a quien, y como, traspasar la vara de mando.
No encuentran a quien traspasarle el marronazo.
Sr.Foix: la intervención aliada contra la Libia de Gadafi ha introducido una variable de consecuencias impredecibles, la imprecisión en la linea de mando de las fuerzas participantes y las muchas incognitas que eso provoca no hacen más que generar dudas sobre la situación real; si este proceso de intervención se traslada a otros paises árabes es posible que entremos en un escenario bélico de difícil solución.