Sería saber cuántas personas han muerto desde que Osama Bin Laden organizó y perpetró los terribles atentados del 11 de septiembre contra Estados Unidos. Los casi tres mil fallecidos en las Torres Gemelas promovieron la guerra internacional contra el terrorismo que ha causado miles de víctimas en Afganistán e Iraq. Han matado las fuerzas de la coalición para derribar a los talibanes de Kabul y para derrocar a Saddam Hussein en Bagdad, pero Al Qaeda y sus franquicias han matado también a muchos miles de musulmanes desde Marruecos hasta Indonesia.
No ha habido una sola guerra que se haya ganado limpiamente. La guerra en si misma, decía Kant, no necesita de ningún motivo en particular y parece tener su raíz en la naturaleza humana. Estamos ahora en pleno debate sobre si la muerte de Bin Laden fue un acto de justicia o una consecuencia tardía de un ajuste de cuentas. Las bombas atómicas, dice Todorov, mataron a menos personas que el hambre en Ucrania, que los exterminios nazis en Ucrania y Polonia, pero lo que tienen en común esas atrocidades es que todas fueron percibidas por sus protagonistas como un medio para alcanzar el bien. No se sabe si la muerte de Bin Laden vaya a terminar con el terrorismo de Al Qaeda. A lo sumo se alcanzará una tregua hasta que rebrote la violencia sectaria.
Mientras tanto las revueltas pacíficas en los países árabes van mostrando su cara más fea en Libia, Egipto, Siria y otros países en los que mueren a diario personas inocentes ajenas al conflicto.
Resulta cínico lo que está ocurriendo en las aguas del Mediterráneo donde tanto Ulises como San Pablo conocieron las insoportables perturbaciones de las tormentas hace miles de años. El diario The Guardian daba cuenta ayer que docenas de emigrantes en patera fueron abandonadas a su suerte por unidades aéreas europeas y de la OTAN mientras intentaban alcanzar la isla de Lampedusa. Por una parte, se organizan ataques para proteger a la oposición a Gaddafi y, por otra, se deja morir de hambre y deshidratación a los que huyen de la violencia del dictador.
Una patera con 72 fugitivos a bordo fue avistada por un helicóptero que les arrojó botellas de agua y se acercó a un barco de guerra aliado. Se les ignoró. Sólo regresaron 11 a Trípoli que fueron encarcelados por la policía del régimen. No son noticia las víctimas colaterales de toda guerra.
Publicado en La Vanguardia el 10-5-2011
Hoy desayunamos con la noticia en todos los periódicos de ámbito nacional, y seguimos con lo nuestro. Es terrorifico constatar la capacidad de deglución que tenemos de las atrocidades a las que hemos llegado. Siempre habrá un conflicto de fondo como «excusa» la realidad es que cada vez quedan menos atisbos de cordura y misericordia para con los otros. Un mundo duro, feroz, insensible del que efctivamente todos somos víctimas.
Víctimas, lo que se dice víctimas, lo somos todos a estas alturas, unos de una forma y otros de otra, pero lo cierto es que nos chulean como les da la gana.
Efectivamente. Todos estamos en guerra, lo unico que cambia es el ruido de fondo segun donde te pille.
En los morros de la civilizada Europa del sur. De colateral nada Sr. Foix, directamente en el nucleo.
Sr.Foix: Viendo lo que estamos viendo y viviendo lo que estamos viviendo, tengo muchas veces la sensación de que todos vamos en una de esas pateras, una patera que nos ha costado media vida de trabajo pagar para subir en ella, navegando sin rumbo, huyendo hacinados y temerosos de nuestras miserias, arrojados por la borda cuando ya no somos útiles y creyendo que seremos felices cuando toquemos una lejana tierra prometida que nos vendieron por televisión…
Una estafa de tomo y lomo.
Ni más ni menos…