La muerte de Osama Bin Laden ha reforzado la seguridad en la aldea de Kogelo donde vive la abuela del presidente Obama. Reproduzco las notas que publiqué en La Vanguardia el 23 de julio de 2009. Ahora tiene 88 años.
Seguir la huella de los Obama en la parte occidental de Kenia es un viaje a la complejidad. La vida en este pueblo perdido en las cercanías del lago Victoria, tierra de la tribu de los luos, ha mejorado espectacularmente desde que Barack Obama fue elegido presidente de Estados Unidos. El linaje de los Obama es un lío. El propio presidente norteamericano sortea toda la dinastía y encuentra parientes cercanos y lejanos, primos, hermanos, tíos, abuela y chiquillos que proceden del Viejo, el abuelo de Obama que luchó en la Primera Guerra Mundial con los británicos en Tanzania, se convirtió al islam y ahora descansa bajo una tumba de piedra en la que consta que vivió 105 años, desde 1870 a 1975.
Un nuevo tendido de electricidad llega a la vieja finca de los Obama, donde está enterrado también el padre del presidente. El camino que conduce a la finca de los Obama se ha arreglado aunque todavía no está asfaltado. El agua corriente llega al poblado de Kogelo, unos cuatro mil habitantes como máximo, viviendo en casas de adobe repartidas en medio de maizales minifundistas. El predio plantado de chozas está dos kilómetros por encima del Ecuador. Clima tropical, húmedo por las brisas que llegan del gran lago.
El agua y la luz llegan a la casa de Mama Sarah, la abuela del presidente Obama o, dicho más concreta- mente, una de las varias esposas que el abuelo paterno del presidente norteamericano tuvo en su dilatada existencia. Mama Sarah ha llegado a los 86 años y dice que fue la última mujer del Viejo siendo todavía muy joven, sin llegar a precisar la diferencia de edad cuando se casaron.
El hecho es que Mama Sarah, que la llaman Granny, se hizo cargo de la prolífica descendencia del más viejo de los Obama. Hay casas-choza de la primera mujer que tuvo aquel keniano legendario y de cuantas mujeres tuvieron el Viejo y el padre del presidente. Tres generaciones de Obama se reparten los pedazos de tierra que han ido ocupando a lo largo de tres generaciones.
El territorio está un poco adecentado porque el Gobierno de Nairobi envió ex- cavadoras y constructoras para mostrar al mundo el origen del presidente norteamericano. Es interesante el libro Los sueños de mi padre, que el presidente escribió en su primer viaje a Kenia cuando no tenía ninguna intención de dedicarse a la política.
Unos veinte policías nacionales protegen la seguridad de los Obama, especialmente de Mama Sarah, que recibe unas cuatro mil visitas mensuales de curiosos, periodistas y turistas de todo el mundo. Es una peregrinación que no cesa. Ella se levanta temprano, se sienta en el primer círculo de sillas frente a su casa y va recibiendo a grupos de norteamericanos, japoneses, europeos, árabes, musulmanes acaudalados de Oriente Medio y gentes de los más insospechados rincones del mundo.
Un policía sentado bajo una sombrilla metálica va tomando la filiación de los que llegan. Nombre, país de procedencia, objeto de la visita y comenta- rios. Las buganvillas de color rojo, amarillo y rosa se exhiben en permanente floración en una tierra ocre y fértil. El hecho de que la electricidad y el agua hayan llegado a la hacienda de los Obama no significa que la luz eléctrica y el agua estén en todas las chozas de la zona. No hay dinero. Pero Mama Sarah está la mar de satisfecha, sonriente, encantadora y amable.
Me aconsejan que pase primero por la escuela secundaria que recibe el nombre de Senador Obama, bautizada así un año después de que el presidente fuera proclamado senador por Illinois. La directora me recibe en su despacho. Su nombre es Juanita Oviero y fue una de las veinte personas de la comitiva personal procedente de Kenia invitadas por Barack Obama para asistir a la ceremonia de la toma de posesión el 20 de enero de este año.
La señora Oviero, que vive a diez kilómetros y los transita a pie o en bicicleta cada día, cuenta las experiencias de quince días en Washington, en un hotel de muchas estrellas, protegida por la seguridad de los agentes de la capital federal. Mama Sarah distingue a lo lejos a Juanita Oviero desde su silla matriarcal rodeada de visitantes variopintos. Pide que los de las escuela vecina pasen primero porque son amigos y porque son vecinos.
Nos saltamos la cola, un gesto que molesta a un grupo de ciudadanos británicos que suelen guardar la cola hasta cuando andan por la calle. Nos sentamos bajo un inmenso árbol, a pocos metros de la tumba de su ex marido y de la del padre de Obama, que yacen en medio del jardín con la hierba ya seca. Le digo que soy de Barcelona y que vengo a saludarla y conocerla. “Ah, Barcelona, ustedes tienen un equipo de fútbol muy bueno. Barack paseó por su ciudad en su breve visita a España”, dice. Es una dama anciana que sonríe constantemente y parece sorprendida de ser objeto de la visita de tantas gentes de todo el mundo. Las preguntas son rituales y las respuestas también.
Varias fotografías, saludos, qué piensa sobre el presidente Obama y qué sensación tiene al ver que un africano luo haya llegado a presidente en Washington. Recuerda su estancia en la capital norteamericana para la toma de posesión presidencial, lo bien que la trataron y el orgullo que siente. Pero Obama, dice, procede de aquí, de estas tierras. Los tres grupos que esperan turno sentados bajo árboles frondosos empiezan a ponerse nerviosos. Un cuarto de hora de conversación rutinaria dan fin a este encuentro con una señora que es considerada la abuela de Obama pero que, en realidad, no lo es. Pero da igual. Es la Granny.
La rueda de visitas no para. Es la hora de comer y Mama Sarah quiere tomarse un respiro, pero antes quiere recibir a los que esperan. Al caer el día, a las seis de la tarde, se retirará a su casa y a esperar el día siguiente. Y así hasta que pueda. Lo pasa en grande.
Es tiempo de volver porque anochece. Un viajero que me acompaña en el autobús que me llevará a Kisumu me habla del valor del tiempo para los africanos. Anoto lo que me dice: “Ustedes los blancos tienen los relojes, nosotros nos contentamos con gozar de las veinticuatro horas del reloj”.
Volviendo a las orillas del lago Victoria no acabo de hacerme a la idea de como un luo cuyo padre nació y está sepultado en Kogelo sea hoy el presidente de Estados Unidos.
Lo del Sr. Foix es muy fuerte. Vaya lujazo.
Imaginense lo de sus Memorias. No se porque pero me parece que esta en ello.
En Estados Unidos aceptan a un presidente cuyo padre nació en Kogelo y me pregunto si aceptarían los españoles a un presidente de España de origen catalán, sin meterse con el irrespetuosamente.
Mejor no apostar…
Propongo directamente a Tortell Poltrona.
Sr.Foix: Siempre es una alegria saber que uno tiene su abuela viva, hay muchos políticos que les oyes hablar y parece que no tienen abuela…
Pero seguro que tienen padrinos…
Espero que no sean padrinos sicilianos…
Lo de la abuela de Obama que hoy nos cuenta Foix ya es para nota, que se haya desplazado hasta la aldea de Kogelo y nos regale la foto es una pasada, este hombre no deja de sorprendernos con sus viajes y de vuestros comentarios ya ni os cuento.