Tropiezo incómodo y apoteósis en Zurich

Sonreí con mi quiosquero repasando las portadas blancas desplegadas en su tenderete ayer por la mañana. Tantos años gastando, sufriendo y perdiendo, ya era hora de festejar una ilusión. Cómo gozan los colegas madrileños cuando quedan muchos meses para la siega. El tropiezo de Guardiola en Cornellà fue seguido de una fiesta de premios en Zurich. El Barça es el mejor equipo del mundo, tiene al mejor entrenador, el mejor futbolista y posiblemente el público más acostumbrado a ganar partidos y títulos.

Leo Messi

Un empate en el campo del Espanyol no es una tragedia pero tampoco es un simple susto. Es cierto que la Liga es del todo asequible, así como también la Copa y la Champions. Es de caballeros no recriminar las actuaciones de los árbitros pero el señor Turienzo Alvarez no pudo ignorar las manos que exigían un penalti en el último suspiro del partido. Caballeros, sí, pero incautos, no. Es de justicia admitir que el once de Pochettino le tomó la medida al Barça y consiguió un empate merecido. Pero también es cierto que el once de Guardiola no supo lucir sus genialidades a lo largo de 90 minutos en los que cedió dos puntos muy valiosos.

Messi quedó aislado y el centro del campo no fue la correa de transmisión de ideas ni creó el desconcierto habitual en el adversario. No hay motivos para la alarma. Quedan muchos puntos en juego, la Liga es larga, y los que eran imbatibles hasta el sábado lo volverán a ser a partir de hoy. El Barça ha de ser fiel a su estilo, a su serenidad, a su espíritu de victoria, aunque un empate lo haya dejado a cinco puntos del líder. Todo se puede ganar y existen los jugadores adecuados y las ideas precisas para hacerlo. Los que venimos de los años de largas sequías le damos una importancia relativa a lo que es un simple tropiezo que no quiero pensar que obedezca a una dormición en los laureles.

Publicado en El Mundo Deportivo el 10-1-2012

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