El juicio contra Anders Behring Breivik, nueve meses después de haber asesinado a 77 personas en tres horas dramáticas y brutales en Oslo, dan la medida de cómo una sociedad recuerda el peor acto terrorista sufrido en su historia reciente y cómo la justicia noruega trata a uno de los personajes más crueles que andaba camuflado como un ciudadano normal.
En el tercer día del juicio, Breivik se presentó con el ritual de un sectario adiestrado: golpe de mano en el pecho, brazo extendido y puño cerrado. No se anduvo con matices a la hora de describir él mismo sus crímenes, que calificó «como el más sofisticado y espectacular ataque político cometido en Europa desde la última guerra».
Dijo que era consciente de que había causado dolor a miles de personas pero «era necesario» y «lo haría de nuevo». Una de las razones de haber cometido la matanza era la de cambiar la política de inmigración del Gobierno laborista y evitar en el futuro una guerra civil que causaría la muerte de cientos de miles de noruegos.
La lectura de la declaración se prolongó durante más de una hora, una concesión del tribunal al no aceptar el imputado responder a las preguntas del fiscal si no se le permitía hacer una declaración al inicio del juicio.
En ciertos ambientes noruegos se ha debatido la idea de que Breivik es un enfermo y que tiene que ser sometido a un examen psiquiátrico porque sus crímenes masivos, a sangre fría, asesinando a muchos jóvenes que se encontraban en una isla de los alrededores de Oslo, no pueden concebirse en la mente de una persona normal.
Ya se verá cómo se desarrolla el juicio, pero los argumentos que se leen en el escalofriante documento no son de un loco, sino de un terrorista que extermina a quienes defienden el multiculturalismo o los valores que no son estrictamente noruegos.
El acusado admitió que habría preferido atacar una sala de prensa concurrida por muchos periodistas, pero que no tenía intendencia para una operación de esta envergadura.
El verano del año pasado conversé con un matrimonio de jóvenes noruegos con los que tropecé en una excursión en los Pirineos. Estaban muy afectados. Me contaron que en las primeras horas después de conocerse la tragedia de asesinatos masivos corrió el rumor de que había sido obra de un miembro de Al Qaeda.
A partir de entonces, me decían, en las calles de la capital se señalaba con la mano a quienes no tenían pinta de noruegos. Cuando se supo que el autor de la matanza era un joven rubio, robusto y típicamente nórdico, cambió la percepción. Si hubiera sido un islámico, habría sido un terrorista para siempre. A un noruego le cabe el beneficio de la locura o el extremismo. En cualquier caso, es un terrorista que mantiene relaciones epistolares con simpatizantes extremistas de medio mundo. Un fanático.
Publicado en La Vanguardia el 19-4-2012
Demasiada cancha se esta dando al tema y al personaje. Papanatismo.
Lo unico util que sale de todo esto es que queda claro que en la Europa «rubia» tambien se crian y crean terroristas.
He leido este comentario en otro blog y os lo dejo sobre YPF.
«Como Argentino veo que con este tema tu blog puede batir record de comentarios porque va dirigido a la debilidad de mis compatriotas que es la soberbia. Al argentino común (no a todos por supuesto) le gusta que se le mienta siempre que sea con barniz épico. Cristina es inteligente y lo hace bien. Si hay un problema no se admite pero si se admite es seguramente producto de un acto de Dios inevitable. También nos gusta que se nos diga que somos un país rico pero que alguien ha escondido esa riqueza y se necesita de un líder fuerte para recuperarla de manos de ese malvado preferentemente extranjero (trabajar no es la solución porque toma mucho esfuerzo y sin garantías de éxito). Finalmente también nos creemos la envidia del mundo y por ende que los capitales tienen la obligación de invertir en Argentina. Es difícil admitir que si Repsol compró YPF no es porque Menem la vendió sino porque nadie más (Argentino o extranjero) la quiso comprar, igual de difícil admitir que el objetivo no es el petróleo de todos los Argentinos sino evitar que YPF pague dividendos en dólares ya que no los tenemos (que poco épico). En fin el problema no es tanto haber dicho verdades incomodas en publico sino haberlo hecho desde España. Buena suerte Argentina y que American Express no cancele su tarjeta a la Presidente.”
Las teoría moderna de la justificación de la pena va más allá del castigo del culpable –argumento todavía hoy más popular, cuando no único– para contemplar la finalidad de la misma desde una perspectiva general: la reparación del daño, el efecto ejemplarizante, el dolo, la protección de la sociedad, la re-inserción del criminal, etc. Cuando, como es el caso, la rehabilitación del criminal es más que dudosa, puede darse la paradoja de que los jueces consideren más seguro internarlo de por vida en un psiquiátrico, que 21 años (máxima pena según la legislación noruega) en una prisión.
Por otro lado, la distinción entre un fanático y un terrorista se me antoja una discusión un poco bizantina. La prueba es que los informes psiquiátricos encargados por el tribunal muestran resultados dispares al respecto.
Es posible, efectivamente, que el asunto acabe en un internamiento de por vida en un psiquiátrico. De hecho, desde el siglo XVIII se está debatiendo si la pena es un mal o un bien para el reo o si es un bien para la sociedad y el pensamiento varía según las épocas y las culturas.
En cualquier caso, creo que debe destacarse la rapidez con que se ha llegado a la celebración del juicio, sin que nadie haya dudado de las garantías procesales para ninguna de las partes implicadas. Me pregunto cuánto habríamos tardado en España.
Un visión tan distorsiaonada de la realidad y su forma de solucionarla si que me parece una locura, pero eso no le quita responsabilidad, son dos cosas diferentes.
Por esa razón los grupos terroristas o extremistas buscan ese tipo de perfil para ejecutar sus acciones.
Sr.Foix: Lo peor de todo es que el juicio sirva para que este fanático amplifique sus locuras y justifique su paranoia…