El ritual de emociones en la noche del sábado desbordó la historia del Camp Nou. No se celebraba un título sino la despedida voluntaria de un entrenador. Pep Guardiola es uno de los escasos entrenadores que abandona el banquillo por la puerta grande, en volandas y con la afición entregada, jugadores y directivos aplaudiendo, en fin, con un reconocimiento que va a crear una leyenda.
Messi contribuyó al homenaje con lo que mejor sabe hacer, con cuatro goles al Espanyol, el rival siempre más incómodo. Pep ha entrado en la leyenda y el Barça sigue construyendo su historia. Pero es demasiado joven para ser legendario. Lo que importa ahora es si Tito Vilanova ha sido una solución aplaudida y sin traumas o bien es una incógnita que puede convertirse en un interregno incierto. Fiel a su carácter y trayectoria, no cabe esperar que Guardiola haga movimientos mientras se va llenando con el cinturón ya desabrochado.
Pienso que las razones por las que no aguantó más la presión de conducir al Barça son genuinas y sinceras. Sólo hay que comparar las fotografías de hace cuatro años con las de hoy. Esconden mucho esfuerzo, sufrimiento y ansias de perfección en el trabajo bien hecho. Le creo. Lo más difícil en la vida de una persona debe ser pelearse interiormente con una perfección que es imposible porque las limitaciones son propias de la condición humana. Las despedidas familiares en el Camp Nou, en 2001 como jugador y el sábado como figura legendaria, en la intimidad y con el silencio clamoroso de un estadio vacío, muestran a un personaje que hay que otorgarle un diez en lo profesional y deportivo, un ‘Gràcies Pep’ universal, pero que, visto desde la lejanía, se me antoja como un tipo que ha luchado para que no trascendiera el alto concepto que se ha construido sobre sí mismo a través de su esfuerzo.
Publicado en el Mundo Deportivo el 8-5-2012
Sr.Foix: Habrá que ir sopesando la parte de culpa que tiene Tito Vilanova en el éxito de este Barça…