Cuando los obituarios de los políticos invitan a la literatura y a la fraseología ocurrente es posiblemente porque no se ha llegado a conocer al personaje. Giulio Andreotti se ha ido a los 94 años tras protagonizar la complejidad de la política italiana durante más de medio siglo.
Es el político de todas las estaciones, de todos los tiempos, incombustible, incandescente, irónico y ceremonioso. El secreto lo dominaba. Hasta tal punto que dejó dicho que “si alguien quiere preservar una confidencia no tiene que comunicársela a nadie, ni siquiera a uno mismo”. La discreción, los puentes en todos los ríos y corrientes políticas de la historia, eran una de sus características.
Este hermetismo de las cosas y las personas que conocía le convirtieron en presunto responsable de todos los males que afligieron a Italia en la postguerra. Se escribió que estaba detrás del asesinato de Aldo Moro, que tuvo relaciones con la mafia, que pactó con el diablo para ser figura principal en tantos gobiernos construidos o destruidos por él mismo. Pienso que su ironía le convirtió en incombustible. Decía que en Italia se le responsabilizaba de todo, excepto de las guerras púnicas.
Fue muchas veces primer ministro, ministro, presidente de la Democracia Cristiana. No vale la pena contarlo. Lo que sí es cierto es que hasta que la edad lo retiró de la vida pública fue un personaje central de la vida italiana.
Indro Montanelli, un periodista que también sobrevivió a los manotazos grotescos de Silvio Berlusconi, cuenta en sus memorias que Andreotti “nunca perdió la ocasión de reiterar su devoción a la memoria de De Gasperi. En realidad no fue De Gasperi el que lo escogió, sino al revés. Andreotti, con sus infalibles antenas, había reconocido en aquel modesto funcionario de la Biblioteca Vaticana, mal visto incluso por el Papa, al futuro jefe de la Democracia Cristiana. Para intimar con él se inventó una tesis sobre la marina pontificia”.
Montanelli escribió en el Corriere que todas las mañanas De Gasperi y Andreotti iban juntos a la iglesia y se sentaban en el mismo banco, donde aparentemente hacían lo mismo: rezar. Pues no. De Gasperi hablaba con Dios, Andreotti hablaba con el cura. Cuando escribí esto recibí una breve misiva suya: tiene usted razón, pero por lo menos a mí el cura me contesta”. Inefable.
El maestro De Gasperi diría de él que “es un joven capaz, tan capaz, que es capaz de todo”. Sabía el arte del equilibrio, de hacer de la complejidad la norma de la política italiana de la post guerra. El compromiso con sus adversarios, ser el hombre de los presidentes americanos durante la guerra fría y a la vez tener buenas relaciones con Arafat, Gaddafi y con sus antenas puestas en los despachos importantes del Kremlin. En 1991 los médicos le pronosticaron seis meses de vida. Se apresuraron en el diagnóstico.
En los tiempos de las Manos Limpias vio como la primera república se desplomaba. Pero él no desaparecía y se convertía en senador vitalicio hasta el día de su muerte. Topó con la mafia y con un juicio que lo destrozó humanamente pero siguió contando en la política. Había esquivado todos los escollos de los mares y estrechos sicilianos pero el juicio por haber tenido complicidades con la mafia le hizo tan vulnerable que ya no volvería a tocar el poder con las manos. Había dejado de ser inoxidable.
En medio de estas tormentas políticas y humanas no perdió la fe y cultivó la amistad con todos los Papas. Se le preguntó si había experimentado algún dolor en la política como la desaparición de la Democracia Cristiana, la muerte de Aldo Moro o su proceso político penal. No, contestó. Lo único que se arrepentía es de haber firmado como católico la ley sobre el aborto de 1978 para evitar una crisis ministerial.
Después de la destructiva película sobre su persona, Il Divo, alimentando la leyenda negra sobre su persona, dijo que estaba satisfecho por su productor Paolo Sorrentino, pero lo estaría todavía más si tuviera una participación en los beneficios de la película.
Montanelli no se lo tomaba en serio. Pero dice de él que fue un gran político a la italiana, propenso a considerar a los hombres como una mezcla de miserias y debilidades y acomodándose a todos ellos. Conocía la maquinaria del Estado como nadie, porque tuvo experiencia viva de cada uno de sus engranajes dejando en todas partes el recuerdo de un hombre competente. Un político, ciertamente, a la italiana manera. Representaba las miserias y las grandezas de su pueblo.
Parece que su lema era «el poder desgasta sobretodo al que no lo tiene» lo cual dice mucho del personaje.
Sr.Foix: siempre que veo a estos políticos incombustibles y que llevan siglos en política un escalofrio me recorre el cuerpo desde los pies al dedo corazón…
Otro elefante que se va. Se pueden hacer mil y una valoraciones del finado, pero siendo cierto que ha estado en primera linea de la politicai taliana durante cincuenta años, sera tambien cierto que es corresponsable principal de como esta su pais ahora mismo. Fatal.